Existen tres áreas en las que nuestra atención y energías se están enfocando en estos tiempos: salud, familia y empleo (desarrollo personal y laboral). Nos hemos enfrentado a una realidad que nos ha llevado a un cambio de rutinas y hábitos, que impactan directamente en nuestros niveles de ingresos y ahorro.
En primer lugar, debido a la pandemia, seguramente hemos reflexionado sobre nuestros hábitos de alimentación, nuestra rutina de ejercicios y nuestros horarios de sueño. Mantenernos en un estado físico sano es nuestra prioridad.
En segundo lugar, nuestro espacio físico de trabajo y convivencia se limita, en la mayoría de las personas, a nuestras casas; en las que convivimos diariamente con la familia y/o compañeros de departamento; esto ha generado cambios en los hábitos de comunicación, de división de trabajo de cuidados y las labores domésticas.
En tercer lugar, y debido a las condiciones económicas que se viven en México y en otros países, una gran cantidad de personas, se están teniendo que adecuar a trabajar desde su casa, otras tantas se han cuestionado cuánto tiempo más podrán sostener su empleo y por ende su nivel de ingresos; otras más se están preparando para desarrollar nuevos conocimientos (a través de capacitaciones en línea), para salir de sus zonas de confort y estar preparadas para enfrentar los retos que imponga la nueva dinámica económica y social una vez que sea levantado el confinamiento.
Sostener un estado de salud física sano y mantener a los miembros de la familia dada la situación económica actual; nos va a llevar además a reflexionar sobre el estado que guardan nuestras finanzas personales.
Existen distintas reglas para lograr la salud financiera, que si bien no se logra de un día para otro, como en las áreas antes mencionadas, requiere de un cambio de hábitos y que sean llevados a cabo con constancia.
La primera regla de oro de las finanzas personales dice que no hay que gastar más de lo que se gana, a partir del nivel de ingresos se debe realizar un presupuesto familiar, y en estos tiempos, ese presupuesto debe estar enfocado en satisfacer las necesidades básicas, no es momento de gastar en artículos de lujo o que sean utilizados una sola vez. El presupuesto familiar debe incluir gastos de alimentación, servicios (agua, luz, teléfono, Internet), transportación, entre otros. Otra sugerencia es prescindir de aquellos servicios como el pago de aplicaciones o plataformas que no se utilizan, estos pagos también pueden considerarse como gastos hormiga, que quedan domiciliados y perdemos la noción del dinero que nos descuentan a nuestras cuentas bancarias.
Otro consejo es evitar a toda costa las deudas al consumidor, el uso o adquisición de tarjetas de crédito (se pueden considerar como una extensión del ingreso real -que no lo es-) y tarjetas departamentales; es preferible empezar a liquidar las deudas que se tengan y prever pagarlas en los próximos meses, haz un plan para dejar en cero esas deudas en los próximos seis u ocho meses. Lo importante aquí es ajustar tu estilo de vida a tus ingresos.
Si tu preocupación es si mantendrás tu empleo y por ende tu nivel de ingresos, es importante fortalecer tus ahorros, tener metas reales y alcanzables para los próximos meses te ayudará a evitar preocupaciones en el futuro. También se sugiere generar un segundo ingreso, si se trata de una familia, y solo un miembro del hogar genera ingresos, es oportuno que alguien más pueda aportar para cubrir los gastos que se tienen.
Ante esta situación, el mejor consejo es ser paciente, prudente con los gastos. Cubre sólo las necesidades básicas, mantente informado e informada sobre las ventajas y desventajas de tomar los servicios que ofrece el sistema financiero a sus clientes; y ten en mente que si empiezas ahora evitarás que tanto tu salud física y financiera se deterioren.
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