Segura estoy que en más de una ocasión habrás escuchado la expresión de “Escuela de la vida”; es perfecta, en nuestra existencia aprendemos y enseñamos todos los días.
Cuando asistimos al templo de saber a partir de cierta edad la mecánica de aprendizaje nos permite elegir diferentes cursos con diferentes horarios, hacer de nuestro estudio con ciertos límites un proyecto personal.
Esto sucede también con la experiencia que vamos adquiriendo con el correr del tiempo, con las materias que vamos eligiendo. Es cierto que el dolor y los fracasos enseñan, que cada una de estas vivencias bien pudiera ser una clase.
Para enojarnos hay una específica, lo mismo que para ser celoso y, hasta en su momento llevar ambos eventos simultáneamente.
Sabemos que las molestias son distintas, que también ser posesivo tiene sus distancias.
Desprendernos de ambos o de cada uno de ellos es también otra clase, a diferencia de la anterior esta debiera ser obligatoria.
Cuando de repente nos miramos en un espejo y constatamos la rudeza de algún momento del día que se manifiesta en nuestra imagen solemos extrañarnos, algunos equívocamente se sienten a gusto en él como si los empoderara. Volvernos mandones y ruidosos también conlleva su esfuerzo.
Las emociones saludables implican voluntad y entendimiento. La apreciación, la gratitud, la dicha, el estar satisfecho requiere de un estudio muy especial, voltear la mirada hacia el interior. Experimentar todas estas circunstancias y emociones es en sí mismo un proceso donde hay maestros y alumnos, a veces el sistema es abierto y aprendemos de nosotros mismos; otras tantas como en el sistema británico sólo requiere de un tutor al que se le consultan dudas.
Cuando las asignaturas han sido completadas obtenemos la oportunidad de elegir en el siguiente nivel. Inscribirnos a una clase de dicha después de haber cursado las que tienen que ver con emociones destructivas será más gratificante. Recomiendo de vez en cuando asistir, utilizando el ejemplo anterior, alguna vez de eso que llamamos “oyente”, tal vez matice nuestros exámenes regulares o bien finales o a título de suficiencia.
Generalmente recomiendo cursar la materia de gratitud cuando hayamos completado la de tristeza; modifica sustancialmente todo, permite quedarnos con un dulce sabor de boca y una dosis de paz para mirar hacia adelante.
Sin entrar en detalles creo que las clases se dividen en dos grandes rubros: las del miedo y las del amor. Ser vengativo y avaro se vinculan al primero y felicidad al segundo. Cuando entendemos las emociones de esta forma, cambia el sentido de la vida, llama la atención aquellos puntos que tenemos que examinar que produce el dolor y que es necesario asumir distinto.
Las emociones son un foco de atención, está en ellas la energía en vez de en la gente que nos rodea, la que comúnmente visualizamos como causantes de nuestros sentimientos negativos.
Asistir al colegio, entrar al salón y hacer las tareas es esencial para graduarnos, para tener cumplido el aprendizaje requieres pensar el orden de las materias y sobretodo la atención y pulcritud invertidas en ellas.
Escríbeme a terryguindi@realizate.com
Comentarios
Terry, de una forma sencilla, me inculcas el seguir aprendiendo, contigo como guia, es sencillo, muchas gracias por la tarea para seguir en esta escuela de la vida.
Que hermosa manera de hacernos recordar las clases de la escuela y de compararla con la escuela de la vida. Te felicito por ser tan buena escritora