La primera constatación es que uno hereda de sus ancestros saltando una generación. La experiencia muestra que cuando los abuelos vivieron traumas sin poderlos “digerir” (diríamos “elaborar”), los padres “psicologizan” el trauma y los hijos lo somatizan bajo la forma de trastornos más o menos graves y más o menos accesibles a los tratamientos, de los cuales forma parte la psicoterapia.
Esto no es inevitable y cada generación tiene que asumir su trabajo de desarrollo y sobre todo de transformación.
Algunos ejemplos:
- No es raro ver a un niño llevar la cólera de sus abuelos, incluso de sus bisabuelos, es decir, los padres de sus abuelos, lo cual puede traducirse en problemas hepáticos, alergias inexplicables, incluso una diabetes (conflicto entre dos abuelas).
- Las esclerosis en placas pueden corresponder a una “lucha a muerte” dentro del linaje de los hombres.
- Algunas anorexias coinciden con masacres que pueden remontarse incluso hasta la Revolución de 1789
- Las esterilidades con frecuencia son reacciones de alto a la vida proveniente de un riesgo de muerte relacionadas con muertes durante la gestación o en el nacimiento.
De igual forma, uno hereda de sus ancestros en función de su posición dentro de la hermandad, para esto, se considera que todas las concepciones (abortos espontáneos, abortos inducidos, fracaso de fecundaciones in vitro, embarazos extrauterinos) cuentan al momento de asignarles su lugar.
El primer hijo o hija: – Se inscribe dentro del linaje del padre. – La pérdida del primer hijo o hija es una herida “más grave” para el padre que para la madre, en la medida en que es una herida dentro del linaje de éste.
Simbólicamente el primer hijo o hija representa los cimientos de la casa. Siempre, el primer hijo o hija, se identifica más con los abuelos que con los padres. Es un niño o niña de las profundidades, más cercano a sí mismo. Le es indiferente si los padres se divorcian.
El segundo hijo o hija: – Se inscribe dentro del linaje de la madre. – La pérdida de un segundo hijo o hija es una herida “más grave” para la madre que para el padre, en la medida en que es una herida dentro del linaje de ésta. Simbólicamente el segundo hijo o hija representa los muros de la casa. -Siempre, el segundo hijo o hija, se identifica más con los padres. – Es un niño o niña con un gran niño o niña interior. Es el hijo que más sufre si los padres se separan.
El tercer hijo o hija: Se inscribe como un hijo del “cambio”. Él nace con la orden de hacer todo diferente. La pérdida de un tercer hijo es una herida “más grave” para los hermanos, señala una imposibilidad para hacer cambios en la vida. Simbólicamente el tercer hijo o hija representa el techo de la casa. La protección y renovación. Es un niño con alma de conciliador, buscará siempre mantener la hermandad. Es el hijo que más sufre si los hermanos se alejan.
Y así, comienzan a repetirse los patrones: El hijo 1 es lo mismo que el hijo 4, 7, 10 o 13. El hijo 2 es lo mismo que el hijo 5, 8, 11 o 14. El hijo 3 es lo mismo que el hijo 6, 9, 12 o 15.
Este esquema debe ser considerado únicamente como un mapa de lectura que muestra posibilidades y no representa un método para encasillar a las personas.
Permite comprender un cierto número de reacciones para así poder avanzar más rápido en la identificación de las herencias transgeneracionales.
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