Algo nos pasa generalmente a los seres humanos, tendemos, en la mayoría de los casos, en algunos períodos, a subvalorarnos, a inferir de manera categórica que somos cuasi inútiles y con ello tener una justificación razonable a nuestros fracasos constantes.
El aceptarnos a nosotros mismos, el conocer nuestros límites y defectos poco tiene que ver con una calificación estricta e intolerante de ellos; menos aún con soslayar su existencia y la permisibilidad hacia ello.
Para amar es preciso, es condición necesaria y suficiente, el amarnos a nosotros mismos. En ningún momento este hecho es óbice de ser conscientes de nuestras imperfecciones; si la sociedad moderna, la del conocimiento, la de los derechos humanos, la de la convivencia nos ha mostrado a la tolerancia como un valor fundamental; si esta ha llegado incluso a ser un elemento relevante de la nueva clasificación de la inteligencia humana; si ella junto a la capacidad de integración son valores esenciales en la valoración de prospectos de empleados y colaboradores por las grandes corporaciones, me permito y te sugiero hacerte la siguiente pregunta:
¿Cuál es tu grado de tolerancia para contigo mismo?
Los esquemas que utilizamos, negativos mayormente, tienden a perjudicarnos y a destruirnos; es inexplicable nuestra propensión a alimentarlos, conservarlos y hasta disfrutar de ellos.
Esta conducta inexplicable afecta nuestro día a día, nuestras relaciones con los demás y por supuesto con nuestra salud mental.
Para nadie es un secreto la combinación que producen el estrés y la depresión; ahí, cuando estamos inmersos en este dúo, mostramos una alta tendencia a confirmar cualquier sospecha mala o que inhiba nuestro desarrollo y esfuerzo.
Es común en estas circunstancias que quienes presentan sobrepeso tiendan a querer comerse 2 litros de helado a cucharadas acompañados de un frasco de mermelada; podrán así procurar una mayor lástima del resto y confirmar que son gordos por “naturaleza”.
En otro ejemplo si alguna materia de estudio nos es peculiarmente árida y difícil, buscaremos dejar de asistir a las clases, dejar de estudiar, evitar a aquellos amigos que pudieran darnos luz en el tema y con ello presentarnos ante nuestro círculo en el papel de mártir.
Estas valoraciones negativas llevan un hecho notoriamente falso al terreno de lo cierto; buscan martirizar a quien así piensa y en una fenomenología extraña, el mayor castigo posible con tal de confirmar nuestra baja autoestima.
El secreto está en alejarse de estas profecías negativas que son simplemente una construcción minuciosa y perfecta de lo que yo llamo: “Crónica de un fracaso autorealizado”.
Dejar de distorsionar la realidad y ubicarla en su dimensión es una tarea que parte del viaje hacia el interior, de la tolerancia hacia nosotros mismos; el camino puede ser doloroso al principio; un parto de nosotros mismos y de nuestro futuro.
¿De qué sabor se te antojan los 2 litros de helado?
¿Cuántas veces has repetido que eres absolutamente inútil para las matemáticas?
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Comentarios
HOLA TENGO UNA HIJA QUE SE PREOCUPA DEMASIADO POR QUE TODO LE SALGA BIEN, EN LA ESCUELA, EN LA CASA EN FIN, EN ESTOS ULTIMOS MESES SE LE HA MANIFESTADO CUANDO LE PREOCUPA ALGO, SE LE HAN MANIFESTADO MALESTARES FISICOS ME PREOCUPA MUCHISIMO NO SE QUE HACER POR MAS TRATO DE DISTRAER CUANDO VEO QUE SE SIENTE MAL NO FUNSIONA ME PODRIAS ORIENTAR SOBRE QUE HACER, GRACIAS SALUDOS