¿QUIÉN LA TIENE MÁS LARGA?

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Decía yo hace poco que a las feministas no se nos da tregua y que por tanto, es muy difícil quitarse las gafas moradas aunque sea un ratito, porque la realidad se muestra cruel con nosotras y nuestras reivindicaciones día a día, minuto a minuto.

Ayer estuve dando una charla de corte político en una ciudad cercana. Antes de aceptar, pregunté cómo era la composición de la mesa en la que iba a participar como ponente: dos hombres y una mujer. Me hubiese gustado al revés, pero no me voy a poner exquisita. El caso es que cuando llegué, me presentaron a mis compañeros y tomamos asiento: en la mesa había además, un moderador y una persona de la organización (?) que también era hombre. Total, me encontré con que yo era la única mujer y cuatro hombres me rodeaban.

Miren, no tuve más remedio que denunciarlo nada más abrir el micrófono. La situación era tragicómica si me lo permiten: estábamos allí como parte de la nueva política y cuando oí hablar a mis compañeros diciendo “estamos aquí para transformar la sociedad”, no pude reprimirme: “mal vamos si queremos cambiar algo reproduciendo los esquemas de todo aquello que queremos vencer” reclamé. Lo dije sin acritud pero con mucha firmeza. Veía a las mujeres desde esa tribuna en la que nos habían colocado, sonreír apoyándome con un gesto afirmativo con la cabeza.

Les puedo asegurar que se hablaron de cosas muy, muy interesantes, pero al final de la charla tuve que soportar una avalancha de hombres que no estaban de acuerdo con lo que había dicho, con argumentos tan manidos como: “las mujeres no quieren participar”, “es que no hay mujeres” y retahílas del mismo índole que no voy a detallar porque sería infumable. Conclusión: autocrítica cero porque la culpa la tenemos nosotras.

Cebrian

Yo y tantas mujeres que denunciamos continuamente este tipo de actitudes, hemos dejado claro que la escenificación de cómo se hacen las cosas y la visibilidad que se da a las mujeres, ni es trivial ni forma parte de una obsesión nuestra por contar mujeres y hombres en los miles de eventos, elecciones, en los mítines, en las tertulias, en los consejos de las empresas y un largo etcétera que nos invaden cada día. Esta acción premeditamente reivindicativa, no es un simple conteo: es la punta del iceberg de este sistema patriarcal del que todos y todas somos corresponsables en la lucha por erradicarlo. En política, como en otros aspectos de nuestra sociedad, la clave está en reconocer y poner medios para combatir todo aquello que signifique no tener en cuenta a las mujeres, si es que realmente creemos en la Democracia real y no la hecha e impuesta por el género masculino. ¿Tenemos mucho que hacer las mujeres a este respecto? Sin duda. Pero que los hombres tienen que asumir su parte de responsabilidad es innegable. Y responsabilidad no es culpabilidad aunque a muchos les guste llevarlo a ese terreno.

Las mujeres participan poco porque estamos hartas de aguantar la lógica y formas de hacer masculinas. Y estamos muy hartas de esa lucha continua (apoyada y magnifcada por la hegemonía mediática que ayuda a normalizarla) de egos masculinos que lo único que denotan es una guerra para demostrar “quien la tiene más larga”. Nosotras “estamos hasta allí” de tanta masculinización, y esta no puede ser atajada si los hombres no reconocen de una vez por todas que viven en un sistema -el patriarcal- que les dota de privilegios. Esto es difícil porque reconocer que se es un privilegiado pasa por empezar a dejar de serlo y ahí entra el quid de la cuestión: reconocer que las mujeres parten de una condición de desigualdad significa que para alcanzar la igualdad, los hombres tienen que dar paso a las mujeres y eso en una frase significa sin más rodeos: “yo me tengo que quitar para que estés tú”. Y ahí hemos tocado hueso. Por eso hay tanta resistencia, por eso seguimos siendo invisibilizadas y por eso, siempre somos menos allí donde el dominio masculino es patente.

40 años sin mujeres

Todos estos argumentos y la forma en la que hay que actuar, solamente pueden ser entendidas desde una clara postura feminista y por tanto, el desarrollo e implementación de las políticas feministas en la política, y con ello en los partidos políticos es imprescindible. Sobre todo en los de la izquierda, que ya van tarde en poner fin a esa deuda histórica que tienen con las mujeres. Lo demás son parches y es tener un enfoque reduccionista de lo que significa la participación de las mujeres en todos los ámbitos de la vida. Si el problema es que las mujeres tienen una baja participación, la respuesta no se “es que no quieren”, la respuesta es otra pregunta bien clara: ¿qué hemos estado haciendo hasta ahora para que puedan participar?. 

Nosotras no queremos más peleas de gladiadores egocéntricos donde lo importante es el pulso del poder alentado por el exceso de testosterona. Entendemos el poder (y lo queremos) como una potente herramienta para cambiar las cosas. Pero no el poder como está definido desde el patriarcado. Contra eso luchamos y por ello nos dejamos la vida. Y por ello vamos a seguir denunciando y gritando hasta quedarnos sin voz. A no ser que nos la quiten antes.

#SinMujeresNohayDemocracia

#LaDemocraciaSeráFeministaoNoSerá

Foto: candidatOs a elecciones Catalunya 27-S. Una mujer.

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