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Hay muchos momentos en nuestra vida en la que hacemos una pausa y nos preguntamos ¿voy bien  o me regreso?, ¿firmo o no firmo?, ¿le llamo o no le llamo?, ¿me disculpo o no?, ¿lo compro o no lo compro?, estamos rodeados de decisiones constantes, de triques apilados, ropa amarillenta, sentimientos escondidos, rencores acumulados, envidias mal encaminadas, perdones estancados, cuando volteamos la mirada, se nos pasa la vida deseando hacer, comprar , decir o disfrutar lo que hemos tenido  frente a nosotros siempre y lo peor es, que todo GRATIS.

Aterrizando en el tema, reflexionemos un poco en lo que se necesita para poder llenar una copa de agua, simplemente debemos vaciarla para dar espacio a un liquido fresco y puro, si tu quieres tener un closet organizado y agradable debes deshacerte de todo aquello que no has usado los últimos 6 meses, pues si piensas ¿en que te ha hecho feliz un vestido que usaste cuando te casaste hace 20 años? yo te recordaría cuantas oportunidades truncaste para que otras personas disfrutaran de ese lindo vestido, hoy ya no le sirve a nadie, te comiste sus sonrisas, si el día de hoy puedes regalarle un sentimiento de agradecimiento a cualquier persona al obsequiarle un par de zapatos si hoy  tienes tres en el armario ¿porqué no hacerlo?, ¿porqué no compartir?, pero ojo, nunca lo que te sobra sino lo que de verdad estas dispuesto a dar de corazón.

Todo esto que menciono solo habla de cosas materiales, ahora pensemos ¿qué pasa con el corazón?, si no sueltas el pasado, si no te desprendes de todo aquello que no te ha servido, que no ha sido bueno y que no te ha dado felicidad, ¿en qué momento abrirás las puertas del presente?, para fincar los firmes cimientos del futuro, la vida debe  fluir, debe  dejar huella a su paso,  pero una huella entera, clara y sin titubeos al andar.

Cuando tú desperdicias el camino, envidiando al de enfrente, presumiendo a quien se deja o reprimiendo sentimientos, lo único seguro es que, en muy corto tiempo, tus brazos quedaran vacíos como si te estacionaras en el intento de abrazar una ola del mar que a su paso pasará y no te quedas con NADA, es como si desearas embotellar el susurro del viento, tomar entre tus dedos la lluvia de la tarde, así se va la vida y nosotros atesorando celosamente la vieja lámpara de la abuela, el pantalón del papá, los jeans talla cinco que usabas cuando tenías quince, nunca estamos de acuerdo y a gusto con nada de lo que poseemos, queremos ser altos si somos bajitos, chinos si nos tocó ser lacios, flacos y atléticos si la barriga nos delata o delgadas  y acinturadas si somos gorditas simpáticas, aprendamos a querernos y a disfrutar las maravillas de nuestro existir, deja que tu vida fluya, dale espacio a lo nuevo y que te sirva, que sea bueno y que por supuesto te brinde FELICIDAD, si no cumple estas tres características, significa que no es para ti y le pertenece a otra persona, jamás te apoderes de algo que no cubra estas reglas.

No te conviertas en alguien desconocido a los ojos de Dios y de  los demás por querer atesorar lo que no te corresponde.

Déjame compartir contigo lo siguiente:

Cuenta una leyenda que una mujer sufrió un aparatoso accidente en el que su cuerpo y rostro quedaron severamente dañados, en su camino al hospital imploraba en sus plegarias –Dios mío te pido humildemente ¡déjame vivir, no permitas que me muera!-, en su oración desesperada, escuchó una bella voz que le susurró al oído – no tengas miedo, tendrás larga vida.  Ella satisfecha pasó varios días hospitalizada con la confianza de que todo estaría bien, así que aprovechó y pensó ¿porqué no quitarme las patas de gallo y estas lonjas espantosas, además puedo aumentarme el busto y los glúteos?, así pues le hicieron liposucción y  cirugías estéticas sin parar, obvio el resultado fue espectacular, era otra, renovada y aumentada, de modo que ante tal  emoción,  no esperó  al doctor para darle de alta, quería mostrarle al mundo la nueva mujer que ahora era. Salió del hospital rápidamente y al virar a la derecha en la primera calle, un tráiler se impactó con el taxi donde  ella viajaba, inevitablemente murió en el instante.  Al llegar al cielo y alterada reclama con singular soberbia - ¡Dios me mentiste, dijiste que yo viviría por largo tiempo y veme aquí!, ¿porqué, puedo saberlo?  A lo que Dios sabiamente le contestó – ¡porque no te reconocí!

Eso hacemos con nuestras vidas no disfrutamos los regalos y las cicatrices que hoy nos hacen diferente a los demás, es como nuestro sello que nos distingue y  permite trascender.

Deja fluir lo viejo, inservible y que no   te brinda felicidad para darle paso a un presente colmado de bendiciones que se van formando con las huellas de tu andar,  así pues abrirás  el paso a un futuro inmejorable y colmado de amor.

Dios contigo!!!!!

Hasta el próximo martes.