Quítate las costras
A lo largo de la vida se van pegando “costras”. Estas costras limitan tu alcance y por más que te bañes, se quedan tan pegadas en tu piel, que piensas que forman parte de ella. Cuando naces, tu piel está limpia, sin manchas, arrugas ni costras.
Pero, a lo largo de la vida, nos van llenando con los “no puedes” que nos dijeron, con miedos que nos infundieron: miedo a que no te quieran, a que te rechacen, a no ser tan buena, a que te juzguen y te critiquen y, claro, las experiencias dolorosas que han formado las costras en nuestra piel.
Yo también las he tenido y me doy cuenta de todo lo que me han robado. Lo primero que las costras me han robado es tiempo, el tesoro más valioso que tengo. Después, la oportunidad de “crear”. Sí, de crear cosas nuevas. Cosas que pueden ser desde una nueva conferencia hasta poder escribir un libro. La costra se llama la “Costra de la Descalificación”. Y es una ladrona hambrienta que por largo tiempo me dijo: No eres tan buena. ¿Quién querría escucharte? No tienes nada bueno que decir. Y, la peor parte, es que tenía todas esas conversaciones internas por tener pegada la Costra de la Descalificación e Inseguridad a mi piel.
¿Y sabes qué veinte me cayó? ¡Que mi piel cambia cada 20 o 30 días completamente! ¿Cómo no me había dado cuenta? Y, a lo mejor, tú tampoco te has dado cuenta, ¡no tenemos la misma piel que hace dos meses! ¿Cómo es posible que no me hubiera dado cuenta que las costras también se caen? Y con ellas se van mis miedos, todos los “no puedo” y todas esas inseguridades que no me dejan cumplir mis sueños y mis objetivos. Esas que a veces nos paralizan y no nos dejan que te mover para ir más allá.
Así que decidí arrancarme todas las costras que tenía y empecé a fluir. Empecé a escribir confiando en mí y en lo bueno que tengo para compartir, haciéndolo desde el corazón y recordando la frase de Ken Robinson “Si no estás dispuesto a equivocarte, nunca llegarás a nada original”.
¿Y tú que costras tienes?
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