¿QUÉ HACEMOS CONTRA LA VIOLENCIA?

La semana pasada publiqué el caso de una joven de 18 años de edad con un hijo de dos años y otro más en gestación que, finalmente, pudo escapar de la violencia de su esposo.

“¿Por qué a los 18 años tiene dos hijos con este tipo? ¿En qué momento se juntó con él? ¿Por qué lo hizo? El problema no es individual ni comenzó con los golpes, ¿qué estamos haciendo como sociedad y qué podríamos hacer?”, fueron las preguntas de una estimada lectora.

Efectivamente, este tipo de casos no son una cuestión individual, sino una cuestión de seguridad, salud pública, educación y derechos humanos. La joven en cuestión no es la única en esta situación, sino parte del 45.7 por ciento de las madres con 15 años o más, casadas o en unión libre que han sido víctimas de algún tipo de violencia, de acuerdo a la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares de 2011.

La joven forma parte de esa mitad de la población de nuestro país que de acuerdo al INEGI es agredida cada 15 segundos y cada nueve minutos violentada sexualmente; es parte de ese sector de la población con seis muertes diarias por violencia en casa.

¿Qué estamos haciendo como sociedad? Estamos haciendo algunas cosas de unas décadas a la fecha: estadísticas, leyes, normas, programas, acciones, instituciones, denuncias, investigaciones. Pero la realidad nos indica que aún es poco, y en ocasiones con poco tino.

La violencia padecida por esta joven, y por las mujeres en general, no es un problema individual, es verdad, sino un problema sistémico y sistematizado, al que se le suma un fenómeno que beneficia y privilegia a los hombres, me refiero al sexismo, que en palabras de Carlos Monsiváis, es una ideología que se basa en las necesidades y valores del grupo dominante y se norma por lo que los miembros de este grupo admiran en sí mismos y encuentran conveniente en sus subordinados: agresión, inteligencia, fuerza y eficacia en el hombre; pasividad, ignorancia, docilidad, “virtud” e ineficacia en la mujer.

La violencia, pues, es una construcción social que emerge en una cultura patriarcal, autoritaria y sexista donde las diferencias se vuelve jerarquías, donde la mala distribución del poder fragiliza a las mujeres y termina por perjudicar a la sociedad en su conjunto.

Para revertir el perjuicio necesitamos hacer muchas cosas, comenzando por mantener una postura crítica y cuestionadora de todas aquellas costumbres, tradiciones, creencias, mitos y prácticas heredadas de corte sexista, misógino y discriminador instituidas y naturalizadas en las instituciones que participan en la formación de los seres humanos, principalmente las familias, espacio donde diariamente siguen resonando consignas y expresiones del tipo: Es tu cruz, Así es la vida, Sírvele a tu hermano, Así son los hombres (violentos, borrachos…), Calladita te ves más bonita, Más vale mal acompañada que sola…

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Comentarios

  • me entristece tanto que los papás de este tipo de jóvenes sean tan inmaduros como sus hijos. Te platico de un caso con una vecina le dijeron que su hija de 14 años -o menos- estaba en el baño de la secundaria haciéndole el sexo oral a un compañerito. hasta lo grabaron en video. Sabes que contesto la sra. que no lo creía y que en todo caso ella había sido igual que su hija a esa edad.

     

  • La verdad como sociedad estamos muy mal,  seguimos fomentando muchas actitudes machistas y las mujeres seguimos permitiéndolas, veo a chicas universitarias  permitiendo ciertas conductas , ellas que se suponen que están estudiando y van a cambiar la sociedad todavía piensan como sus abuelitas, ojala que empecemos a cambiar nosotras como mujeres y madres para que a nuestras hijas les vaya mejor.

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