Hablar de justicia es un tema controversial. De sobra sabemos que lo que es justo para una persona, no lo es para otra. De hecho es muy difícil que consideremos que algo es justo cuando implica una afectación en nuestras vidas.
La injusticia es el pan de cada día porque vivimos haciendo comparaciones que, no sólo nos enojan, sino que además nos desmotivan. Volteamos a nuestro alrededor y vemos la injusticia en toda su magnitud. Por supuesto, hay injusticias que son evidentes y sobre las cuales no tenemos control alguno y tampoco encontramos culpables con rostro y nombre; tal es el caso de las hambrunas en los países más pobres, los feminicidios o genocidios; todos ellos, fenómenos trágicos y multicausales, que definitivamente no son justos.
Hay, sin embargo, otro tipo de injusticia; una injusticia relativa, porque depende desde donde se analice. Stacey Adams habla de la sensación de inequidad que un individuo experimenta cuando hace comparaciones en su entorno laboral, sin embargo, bien puede aplicar a situaciones de vida cotidiana. Hay cuatro tipos de comparaciones de los que él habla:
Para entender la primera, pensemos en un niño siendo hijo único, dentro de un hogar cualquiera. Él goza de muchos privilegios y comodidades, por ejemplo, su propia recámara con un mueble lleno de juguetes…hasta que llega su hermanito. A partir de ese momento, el niño experimentará una fuerte sensación de inequidad, ya que ahora debe compartir su recámara, sus juguetes y hasta a sus padres. ¿Por qué lo siente injusto? Porque se compara consigo mismo al recordar su situación antes y después del evento. Adams habla de la comparación “auto-interno” cuando nos comparamos con nosotros mismos en situaciones diferentes dentro del mismo contexto.
Ahora imaginemos al mismo niño cuando los padres le notifican que habrá cambio de casa y, al conocerla, descubre que volverá a tener su propia recámara e incluso, más grande. Ya ubicado en su nuevo espacio, percibe que la situación es justa porque se le ha devuelto lo que tenía y ahora es mejor. La motivación regresa. En este caso salió ganando pero pudo haber llegado a un lugar más pequeño y su sensación habría sido otra; de todas formas seguimos hablando de una comparación consigo mismo, sólo que ahora en contextos distintos. A esto se le conoce como “auto-externo)
La tercera situación involucraría a su hermano. Supongamos que su hermano ha recibido más juguetes que él en su primer cumpleaños. Sin duda, esto volvería a ser claramente injusto para nuestro personaje. Cuando se compara con otro, en un mismo contexto físico (su casa) estaría haciendo una comparación conocida como “otros-interno”.
La última situación tiene que ver con alguien que llega de otro lugar, por ejemplo, el primo de nuestro protagonista, de la misma edad, llevando en sus manos un regalo de cumpleaños, mucho mejor que aquél que recibió en su última celebración. Otra vez la injusticia regresa. La comparación se realiza con alguien externo, por eso se conoce como “otro-externo”
Así que, si lo analizamos un momento, veremos que la justicia va y viene dependiendo de la experiencia específica, del sujeto con quien nos comparemos y del momento de la vida en que lo hagamos.
El gran problema es que enojarse y percibir que estamos recibiendo un trato injusto, además de sentirnos profundamente desmotivados, no resuelve nada, sólo nos tortura y afecta nuestra estima.
¿No es mejor pensar en las ventajas de lo que hoy sí tienes?, ¿No es más sano luchar por estar cada vez mejor, sin estarte comparando con lo que el otro tiene?, ¿No es un plan atractivo proponerte que en cada comparación que hagas, lo primero que observes es todo lo bueno que te ha dado la vida?
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