Cuando sufro un fracaso, primero pongo orden en mi interior, para después seguir recogiendo y limpiando mi realidad exterior.
Entonces todo comienza a arreglarse.
Acaricio mis sentimientos, los dejo listos para triunfar y dialogo con mi mente para que rectifique mis pensamientos.
Aprendo de esa experiencia y la dejo ir en paz.
Al levantarme de una caída, mi voluntad se despierta y continúa caminando con más brío hacia mi propósito de éxito.
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