Hoy por la mañana fui ha hacerme unos análisis de sangre. El laboratorio, un lugar muy lindo con un espacio para que los niños jueguen y se distraigan. De pronto el llanto de una nena a la que le están haciendo análisis llena el espacio..."cómo me dan ternura esos llantos, porbre nena" pienso. Despues de unos minutos su mamá sale del cubículo con la nena aún llorando y la lleva al lugar de juegos para tratar de calmarla. Y le enseña los juguetes de colores, pues es bien sabido que distraer a un niño con algo externo lo tranquiliza. Se calma un poco y vuelve a llorar, quisiera acercarme para jugar con ella e invitarla a respirar, pero sé que como no me conoce, seguramente la voy a espantar más. Sigo observando de pronto me brota una chispa de comprensión. ¡Claro, desde pequeños aprendemos de esta manera a "regular" nuestras emociones! Aprendemos a distraerlas con algo externo. Un juguete, un helado, la television, la tablet, los amigos, el novio, el cigarro, el alcohol y así sucesivamente. No es culpa de nadie, hasta ahora es la manera en la que hemos entendido cómo hacerlo. Pienso que es por eso que nos preocupa tanto el control externo. Nadie nos enseño a encontrar la paz, el consuelo y la calma dentro de nosotros mismos. Yo misma calmaba a mis hijas con distractores externos. Ahora se que hay tecnicas sencillísmias que podemos ir aplicando con los niños desde que recién nacen, para que poco a poco y sin darse cuenta aprendan a encontrar la paz y el consuelo dentro de ellos mismos, valiendose de su respiración y de un manejo adecuado de sus emociones. Es un entrenamiento que se hace con juegos, en momentos de placer, alegría, amor y comunión con la familia y que luego se integra de manera automática en los momentos difíciles. Pero hay poca difusión acerca de éstas técnicas que podemos usar con los pequeños, aún nos falta mucho camino por recorrer. Por lo pronto invito a los paderes de familia a que hagan una pausa cuando estén disfrutando con sus pequeños, que los abracen y que los inviten a respirar la alegría del momento a darse un tiempo para reconocer esas emociones bellas mientras las respiran y las hacen extenderse por su cuerpo y por el tiempo. Este sencillo ejercicio fijará rutas neuronales que pueden ayudar a sus pequeños a crecer con mayor resiliencia.
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