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Hay algo a lo que yo llamo el escalón. Todas tenemos alguna o muchas metas, el problema es cuando posponemos ser felices hasta lograr conseguir eso que deseamos, el trabajo ideal, la casa fantástica, el coche de tus sueños, la pareja maravillosa. Es entonces que fijarte metas se vuelve disfuncional porque no te permites disfrutar lo que está pasando en el presente por tener tu mente ocupada con tu visión  del futuro.  “Voy a ser feliz cuando tenga una pareja”, “voy a ser feliz cuando tenga mucho dinero”, “voy a ser feliz cuando tenga el trabajo de mis sueños”, “Voy a abrir esta botella de champaña cuando esto suceda”, “Voy a invitar a mis amigas cuando tenga mi súper departamento”, “Voy a ser feliz con mi pareja cuando compremos un departamento, o cuando tengamos un hijo”. Tu felicidad está en subir al siguiente escalón. Esto causa mucha ansiedad y tristeza porque te has creado una visión a futuro de lo que necesitas tener para ser feliz y existe la posibilidad de que no lo consigas. No es malo querer lograr cosas a futuro, al contrario, debemos ser ambiciosas y soñar y querer crecer, pero también debemos ver hacia atrás, al escalón de abajo, de donde vienes. Quién eras tú hace dos años, dónde estabas hace dos años, más que quién vas a ser y dónde vas a estar en el futuro. Es entonces cuando vas a darte cuenta de si has avanzado y crecido y felicítate por las cosas que has logrado. Cuando puedes hacer eso, tener sueños para el futuro y ver de dónde vienes en el pasado es cuando consigues ser feliz en el presente. Esto se llama gratitud. Si todos los días das gracias por lo que sí tienes, vas a ser feliz. Esa es la diferencia entre la gente que es feliz casi siempre aunque las circunstancias no sean las mejores y la gente que no lo es, la gratitud.