Publicado por Rafael Reséndiz el 7 de Septiembre de 2010 a las 6:27am
Rafael ReséndizCon los pies descalzos sumergidos en el agua, Sofía había encontrado la forma de calmar su angustia, su coraje e impotencia. La corriente del apacible río se las había llevado lejos, muy lejos. La tranquilidad comenzaba a inundarle el alma, el corazón. Sin darse cuenta comenzó a sonreír al descubrir a los niños que cerca de ella jugaban con su perro a quien lanzaban una pelota.Desde que ella llegó a la vera del río, los niños jugueteaban con su mascota, mas Sofía no se percató de su presencia, llegó sumida en sus pensamientos, en ese instante nada de la vida le parecía importante. Todo lo que miraba sin ver era gris, negro como la boca de un pozo. Su corazón, su alma y sus ojos lloraban.La mañana de ese día se despertó como de costumbre, a la misma hora, se metió a bañar para después alistarse para emprender el camino a su oficina, en donde ya llevaba varios años trabajando en lo que más le gustaba, ayudar a los demás. Su profesión le fascinaba, no había encontrado mejor forma de realizarse como profesionista que en ese lugar, adonde llegaba gente de todo tipo, de distintas clases sociales, todas con la necesidad de ser escuchadas, de recibir una palabra de aliento. Sofía centraba su esfuerzo en atender a los jóvenes que por alguna razón habían extraviado el rumbo, se esmeraba en dar lo mejor de ella.Minutos antes de la hora marcada para salir a comer, recibió la llamada de Omar, su novio. Con voz amable la saludo y pidió comieran juntos en el restaurante de siempre. Algo en el tono de Omar al saludarla la inquieto. En automático acepto la invitación y quedaron en verse en 30 minutos. Cerró el expediente de Alonso, un jovencito de 16 años de edad al que seis meses atrás recibió con serios problemas de conducta, pero que hoy era alguien nuevo. Estampó su firma en la hoja de alta de Poncho, cerró la carpeta verde y la coloco en el anaquel de casos terminados.Guardo los documentos abiertos en su computadora, cerró su sesión de mensajería y el reproductor de música y apagó el procesador. Tomó el teléfono para avisar a su jefe que iría a comer, sustrajo su bolso del cajón de su escritorio y camino hacia la calle.Buscó las llaves de su automóvil pero al percibir los rayos de sol, alzó la vista y se percató que la tarde se prestaba para caminar. No lo pensó más y emprendió su andar en dirección al restaurante donde se vería con Omar. El viento que soplaba y su cadencia al caminar hacían que su falda color lila, dibujara en el aire olas. Su mente seguía buscando eso que percibió en la llamada de su pareja, sin poder saber qué era, pronto lo descubriría.Omar la esperaba en el fondo del pequeño restaurante, al verlo ella lo saludo desde lejos con la mano y un sonrisa, pero él sólo alzo su diestra a la altura de su cara, como para que Sofía lo ubicara. Se inclinó para besarlo, apenas sus labios se rozaron, no era el beso de siempre.Con cara adusta, Omar la tomó de las manos y sin mediar nada más soltó:-Sofía, he decidido que lo nuestro termine, es mejor así.Un puñetazo en la cara hubiese hecho menos daño que esas palabras, Sofía se quedo sin decir nada.-No hay nadie más, simplemente creo que no soy la persona que tú esperas, añadió sin siquiera tomar aire.-Te pido no digas nada, no pienses mal, sólo quise ser sincero contigo. Te quiero, sí, pero te repito, no soy quién tú esperas. Eres muy linda, buena persona, joven, atractiva, pretendientes no te faltarán.Su mente se había bloqueado, la voz de Omar le parecía lejana, no sentía nada ni pensaba nada, su mente estaba en blanco.Omar le besó las manos y se despidió de ella con un seco beso en la mejilla. Se levanto de su asiento y salió del lugar. Sofía nunca supo en qué momento se quedo sola. El mesero que sin querer había presenciado la escena, le acerco un vaso de agua. Lo bebió de un sólo trago, una gota se escapó por la comisura de sus labios, pido más y la volvió a beber en un solo movimiento. Su boca parecía un desierto.Camino hacia la puerta del restaurante y el sol que hace apenas unos minutos le iluminaba la cara, aparecía oculto tras una nube. Saco el teléfono de su bolso negro y llamó a su jefe, con voz natural le pidió el resto de la tarde, no hubo mayor explicación. Tomó nota mental de las instrucciones que le dio su superior, se despidió y agradeció el permiso.El sol seguía oculto tras ese cumulo de nubes que parecía pronosticar una tormenta. Camino sin rumbo fijo, ni siquiera se percató de que si llovía no llevaba nada con que protegerse. Nunca se dio cuenta de cómo y a qué hora llegó a la ribera del río.Al notar que sus labios sonreían también sintió los rayos del sol de la tarde rozar su rostro. La amenaza de tormenta se había disipado, al igual que sus angustias, coraje e impotencia. La corriente del río se las había llevado, el viento alejo las nubes negras.Estaba decidido, no valía la pena derramar una lágrima por nadie. Ya muchas veces lo había hecho, pero esta ocasión dijo, “ya no más, ni una más”. Saco los pies del río y camino por la ribera mientras el sol y el viento secaban sus pies. No estaba lejos de su casa, pero prefirió detener un taxi.Al llegar a casa, seguía sonriendo. Se dirigió a su recamara, se quito la ropa y tomo una toalla. Se metió a la regadera. El agua que caía sobre su cuerpo lavaría por completo sus penas, se la llevaría lejos y las olvidaría. Se secó su cabello rizado y lo sujeto con una liga. Fue a la cocina y se preparó un emparedado vegetariano con un poco de queso. Lo comió acompañado de una copa de vino tinto.Rondaban las 11 de la noche de ese día en que Omar le había dicho adiós. Acompañada de una humeante taza de café y enfundada en su pijama de pantalón corto que dejaba al descubierto su bien torneadas piernas, se sentó frente a su pequeña computadora portátil. Revisó sus mensajes. Como cada semana Pedro, un viejo amigo que conoció por internet, le escribió para saludarla. Le contaba sus penas, sus alegrías y asuntos de su trabajo.La amistad con Pedro comenzó mucho antes de conocer a Omar. Se habían vuelto muy buenos amigos a través de los correos electrónicos y de las charlas que mantenía por internet al menos dos veces por semana. Pero sobre todo, por las cartas que él le mandaba cada quince días. Eran misivas que ella leía con gusto y con mucha atención, todas las guardaba como un tesoro en una pequeña caja de zapatos que había forrado de color azul, el preferido de Pedro.Omar nunca supo de la existencia de Pedro, pero éste sí de aquel. Él fue el responsable de que Sofía aceptará salir con Omar. La había alentado, le dijo que se merecía ser feliz. Que no se negara esa oportunidad. Y así lo hizo. Cuando se enojaba con su novio, Pedro era quien la tranquilizaba, con quien platicaba las razones del enojo y quien finalmente le aconsejaba qué hacer para reconciliarse con Omar.Estuvo a punto de llamar a Pedro para contarle lo sucedido, prefirió no hacerlo y esperar un mejor momento, ahora estaba muy tranquila y no quería recordar esa triste escena del restaurante.Una semana más tarde lo llamó y le contó lo ocurrido, Pedro no supo qué decir. Le ofreció escribirle al día siguiente para darle su punto de vista. Por más de media hora charlaron de sus trabajos, de sus familias. Se despidieron deseándose buenas noches.Por vez primera en los años de conocer a Pedro, ella siguió pensando en su voz y en sus palabras. Con ellas se durmió y al día siguiente se levanto de muy buen humor. Ese que siempre la había caracterizado, bromista con un toque de picardía.Había pasado una semana de la llamada con Pedro, ni correos electrónicos, ni charlas por internet ni cartas en el buzón de su casa. La excesiva carga de trabajo no le había permitido darse cuenta del paso del tiempo. Pensó en la noche, en su casa, escribirle para reclamarle su abandono. O llamarle para preguntar el por qué del silencio.-Hola, buenas tardes Sofía.Esa voz la conozco, pensó mientras levantaba la cara para mirar a quien la saludaba.Era Pedro, quien parado frente a su escritorio, con la diestra sosteniendo una rosa blanca y una sonrisa en el rostro la saludaba.¡No lo podía creer!, era Pedro, su amigo, de quien secretamente sabía estaba enamorada.Los anteojos se le cayeron al querérselos quitar e incorporarse al mismo tiempo. Pedro dio casi salto del otro lado del escritorio y los alcanzo a tomar en el aire.Le ofreció la rosa blanca y al tiempo que ella la tomaba, la tomo por la cintura y la besó en la mejilla, que para entonces parecía quemar por la sorpresa.Era casi las seis de la tarde de ese viernes.Sofía no lo salía aún del asombro de tan sorpresiva visita. Tomó su bolso y corrió a despedirse de su jefe, quien a lo lejos había sido testigo del encuentro. Pedro le ofreció su brazo para salir de la oficina.Ya en el automóvil él se ofreció a conducir. Irían a cenar.Durante la cena no dejaron de platicar, de contarse las mismas historias que ya conocían uno del otro, pero que frente a frente tenían otro sabor. En varias ocasiones sin proponérselo se tomaron sus manos. Las acariciaron mutuamente, se miraban a los ojos como queriéndose perder en ellos. Con el dorso de su mano, Pedro le tocaba la mejilla izquierda y en acto reflejo Sofía inclinaba la cabeza para percibir el calor y el aroma de esas manos.A la puerta de su casa se despedían con un fuerte abrazo. Ese que nunca antes se habían dado y que tantas veces se prometieron. Él intentó besar su mejilla para sellar la despedida, no sabía cuánto tiempo pasaría para poder abrazarla nuevamente, pero se topo con los labios de Sofía que sin pensarlo correspondió con un tierno y apasionado beso.El calor comenzaba a inundar sus cuerpos, la adrenalina corría por sus venas provocando sensaciones inexplicables.Pedro separo sus labios dulcemente de los de Sofía, atrajo la cabeza de ella hacia su pecho, recostándola y jugueteo un rato con su rizada cabellera. Ella se abrazo a su torso y se dejo consentir por esas manos que muchas veces había soñado. Ninguno de los dos se percató del paso de los minutos.Se despidieron al fin con un fuerte abrazo y un beso en los labios. Él le prometió regresar en una semana.Hoy, cuando Sofía despierta, sabe que a su lado está ese hombre que sí es para ella. Al fin.
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Que belleza de escritura....logra su cometido, te sambulle en la historia, es q haces una descripcion detallada, q hasta sientes lo q la protagonista siente y la vez por tu mente como una pelicula romantica.
Te felicito !!
Y gracias por compartir.
en verdad es así....no nos damos cuenta que la vida nos tiene cosas maravillosas para vivirlas a diario y está en nosotros ser felices ....y está ahi con quién menos nos imaginamos...llegan a nuestra vida la persona que no es la correcta y nos aferramos.....así es como el relato NO SOY QUIEN ESPERAS, rafael resendiz gracias por compartirlo....quiero y estoy segura que en un lugar del planeta está esa persona que es mi alma gemela y anhela mi corazón
Comentarios
vaya ke manera de describir!! encantadora me queda
pensar que nosotras mismas cometemos el error
de estar donde no es.
Te felicito !!
Y gracias por compartir.
Que linda historia, me robo un gran suspiro. digna de reflexionar.
gracias por compartir
excelente día.
un abrazo
Lu
Es una historia fantástica, Gracias por compartirla.
Saludos.
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