Mientras estaba sentaba enfrente de la computadora y trataba de organizar el día que tendría, me di cuenta de la cantidad de pensamientos, en cuestión de segundos, que existen en tu cerebro, que saltan de un tema a otro:
- Si debí de haber escrito un tweet indirecto a “esa” persona especial; si realmente lo hizo la razón o el corazón, hasta ahorita no lo sé; que consecuencias podían tener, no lo pensé; si realmente quería expresar eso, tampoco lo sé; lo único que hice fue publicarlo.
- Como poder decirle a tu amigo “lo siento” tras la muerte de su hermana menor: por email, twitter, facebook, mms; hasta ahorita tampoco lo he definido y no sé ni que decirle.
- Que si hay que pagar cuentas y no hay dinero, porque el único que cree que no estamos en unos de los momentos más críticos de la economía mexicana es Felipe Calderón; si debo buscar otro trabajo o esperar que la crisis pase, recortar gastos y organizarme de diferente manera.
- Que si mi hijo de 9 años termino la tarea, si se lavo los dientes, si está contento, si es feliz; y como hacer tiempo para salir a patinar con él, tomando en cuenta que hace mas de 20 años que no lo hago!!!
- Que si debo organizarme para sacar trabajo atrasado y engorroso.
- Que si debo mandar ese e-mail, que tanto me he tardado en redactar, lo escribo, lo borro, lo vuelvo a escribir, lo guardo, y no lo he enviado…
Y ahí estaba yo, con apenas tres horas y media de haberme dormido, y empezando el día, sin poderme concentrar en ninguna cosa realmente, mientras las ideas iban y venían.
Recordé un ejercicio que detalla perfectamente @paulocoelho en su libro “Las Valkirias”; que nos dice que tenemos dos tipos de pensamiento, uno automático y el segundo pensamiento; que consiste en permitir que tus preocupaciones fluyan libremente, que intentes no controlar lo que piensas hasta que logres vencer a la segunda mente; y pues dado que no podía realmente hacer nada porque mi cabeza estallaba de preocupaciones, cerré los ojos y pensé en el lugar donde me gustaría estar, lo visualice, y en voz alta comencé a hablar de todos mis problemas; hasta que sucedió, de la nada recordé que hoy me realizan la mamografía, y todas las preocupaciones anteriores desaparecieron para dar paso a lo que realmente me alteraba al grado de no permitirme trabajar.
Pensar: ¿qué pasaría si yo tenía alguna bolita, algún tumor?; ¿qué pasaría si yo entraba en las estadísticas?, ¿cómo enfrentar eso, lo comentaría con mi familia, con “esa” persona especial, con mi jefe, con mis amigos, con mis compañeros de trabajo?
Y ahora todo tenia explicación, la mente juega de una manera muy extraña; llevo varias días con dolor en los senos sin ninguna causa real, me sentí una bolita y la verdad debo confesar que estoy espantada, aterrorizada, quizá mi cuerpo quiere decirme algo, o quizá, mi mente creo esos dolores y molestias para obligarme a revisar, no lo sé, lo que sí es, es que hoy me hago la mamografía.
Me di cuenta que mi preocupación por no padecer cáncer de mama se oculto en lo más profundo de mi ser, y que quizá, era más fácil pensar en todo lo que “debo hacer y solucionar”, antes que enfrentarme a una realidad en la que lo único que “puedo hacer” es prevenir, autoexplorarme, realizarme los estudios, y esperar, sí, esperar los resultados con paciencia y rezar para no ser parte de la estadística.
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