“Estás de nena” o “Eres una nena”: Frases empleadas por alguien “machín” (característica que puede ser muy elevada, regular o apenas existente) hacia alguien más (“machín” o no) para darle a entender que está exagerando sobre algo (queja por incomodidad, después de un golpe o ante el clima, entre otros); debido a su estado muy sensible o, simplemente, a su comportamiento irritable(algo muy parecido a lo que pasamos las mujeres con el Síndrome Pre Menstrual o cualquier otra temporada en que las cosas no nos salen bien, estamos estresadas o sentimos que nadie nos entiende).
“Nena el último”: Frase de competencia utilizada por los hombres (esta aún no me ha tocado escucharla entre mujeres ni la he usado, mientras que las de arriba sí) para calificar al último en llegar a equis lugar, pues, aún en estos tiempos para una gran parte de los integrantes del género masculino el peor insulto que se le puede hacer es parecerse a una mujer.
Y de esta frase me voy a agarrar para todo el rollo de este post que, aunque tiempo atrás ya lo estaba meditando, mi diplomado de género me está dando las bases para sustentarlo.
¿Y por qué yo no?
Un día a alguien se le ocurrió que los pertenecientes al sexo masculino debían ser los dueños del poder a cambio de otorgarles comodidad a las pertenecientes al sexo femenino ( y a los hijos) al darles lo necesario para vivir sin que ellas salieran de casa.
Cada uno pagaría un precio. Los hombres tendrían que mostrarse rudos y fuertes, evitando mostrar tanto sus sentimientos, mientras que a las mujeres sí se les permitió expresar con facilidad sus sentimientos, pero no tenían voz ni voto y no podían sobresalir si eran brillantes.
Y así, pasaron los años. Ni hombres ni mujeres pensaron que se cansarían del rol que les había tocado desempeñar. Mujeres quisieron hacer cosas de hombres y viceversa. Algunos hombres quisieron llorar, sentirse menos presionados o, al menos mostrar que no siempre son fuertes y algunas mujeres quisieron estudiar, tomar decisiones y mostrar que no siempre son débiles.
Las cosas comienzan a cambiar
Resulta que, hasta la fecha, hay quienes traen bien puestos los pantalones con ese rol antiguo, ya sea por la educación que recibieron en casa o por comodidad (tanto hombres como mujeres) y cada quién es dueño de su vida y sabe lo que hace de ella, lo cual es totalmente aceptable. Lo que no es aceptable es discriminar y/o castigar a quienes no queremos (sí, me incluyo) cumplir con el rol que, supuestamente nos corresponde.
Al referirse al rompimiento de estereotipos o cambio de roles, hace una semana, una de las ponentes en el diplomado dijo algo muy cierto: “La sociedad da un castigo por transgredir ese rol”. Por mencionar, aún pasa aquí en México que, mujeres que ya estamos en edad casadera y no tenemos prisa por hacerlo o peor aún, no tenemos una pareja, ya sufrimos las consecuencias (“y tú ¿para cuándo?”); confesar que no tienes mucha noción de gastronomía, de que antes de querer comprometerte seriamente con alguien quieres hacer algunas cosas sola o hablar solamente de intereses profesionales es causa de que haya quienes te tachen de “rara” y no se diga en el tema de la sexualidad que, aunque ya hay algunos avances, sigue habiendo muchos señalamientos.
Por otro lado, también sucede que algunos hombres ya están cansados de tener que expresar su cariño hacia otros hombres de manera violenta en lugar de decir un “te quiero” (y no me refiero solo a los gays, me refiero a las relaciones entre hombres heterosexuales); ya están cansados de ser los que nunca se cansan, los que siempre deben tener dinero, los que se aguantan el frío, lo que hacen hasta lo imposible por no llorar.
Hombres y mujeres somos diferentes fisiológicamente, pero hay algo en lo que sí somos iguales: ambos sexos somos seres humanos. Creo que debemos comenzar a darnos cuenta de eso y así, tal vez dejemos de ser tan duros y comencemos con la aceptación de romper estereotipos y lograr la tan ansiada equidad de género.
http://fuerabras.wordpress.com/
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