Resulta muy doloroso contemplar las caóticas situaciones por las que muchas sociedades atraviesan, manipuladas por líderes sin escrúpulos, que únicamente consideran su propio bienestar ególatra y un enriquecimiento personal desmedido, a costa del dolor físico, mental y emocional ajeno. Pero tal falta de sensibilidad y empatía, tal absoluta desconexión con los valores que nos hacen auténticamente humanos, para quedarnos en la esfera de la barbarie más primitiva y salvaje, no se da tan sólo en el ámbito de los dictadores perversos. También podemos apreciar en otros entornos más cotidianos, más populares, las agresiones físicas y morales que sufren diariamente mujeres, en su mayoría jóvenes, como objetos de satisfacción momentánea y personal de quienes abusan de su poder, su dinero o su primitivismo visceral ciego. Actualmente hay abusos y agresiones, en diferentes países del mundo, en nombre de la política, la religión, el dinero y la enajenación mental generada por las drogas, que siempre desatan la pulsionalidad más incoherente y menos humana, en la que la afectividad, el respeto y el amor parecen haber desaparecido por completo, si es que en algún momento tales personas lo vivieron.
Hoy más que nunca necesitamos reforzar una educación basada en el aprecio, la colaboración y el apoyo mutuo entre las personas. Pero esto se encuentra continuamente amenazado y justificado por la competitividad a ultranza, el robo de ideas, las traiciones y falsedades que parecen garantizar las apariencias e imágenes distorsionadas del prestigio, la influencia social y el dinero. Por fortuna, paralelamente somos más los que también estamos trabajando por sembrar semillas de respeto, colaboración, cariño y apoyo en el reconocimiento de valor de cada ser humano. Y ya no sólo se ejerce tal orientación desde un “buenismo” ingenuo. Hoy día tenemos conocimiento científico suficiente y contrastado como para construir un mundo mejor desde la coherencia entre la pasión por lo humano, el conocimiento crítico y constructivo de la ciencia, integrado por la sabiduría del corazón que nos permite generar resonancias empáticas y alcanzar soluciones concretas a cada problema. Podemos hacerlo y lo estamos haciendo. Pero necesitamos ser más. Necesitamos más personas conscientes, comprometidas y floreciendo de corazón hasta alcanzar la masa crítica suficiente para producir el cambio en todos los seres humanos. Mientras tanto seguimos educándonos, creciendo en el conocimiento, gestionando nuestras emociones para vivir la mayor parte del tiempo desde una auténtica sonrisa de ternura integrada y compartida.
Coherencia, integridad y resultados eficaces; es lo que se declara que se busca en cualquier tarea profesional, académica, personal o social. Y esto es lo que ya es tiempo de lograr, sin fantasías “buenistas” o engaños justificados por el inmovilismo de quienes se aferran a su “zona de confort”. Además de los cursos y sesiones personales, en los que cada día me llena de satisfacción escuchar palabras de gratitud de muchas personas, también ofrezco en mis libros propuestas para el logro de tales objetivos. Así ocurre con el texto de “El corazón inteligente”, en el que se une la investigación científica emergente, desde la neurocardiología, con la sabiduría ancestral y las aplicaciones prácticas, a través de la coherencia de la inteligencia cerebral, cardíaca e intestinal. Todo ello nos ayuda a transformar y equilibrar las emociones negativas, los estados psicosomáticos, el estrés y las tendencias depresivas, para potenciar nuestra inteligencia integral y desarrollar un liderazgo entusiasta y eficaz, empático y motivador, que construye, desde el respeto y el apoyo mutuo, un mundo mejor: el pálpito inteligente; una propuesta cuantificable de futuro y bienestar.
Dr. Juan Antonio López Benedí
Comentarios