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En el Universo existen dos principios de energía que todo lo crean: el masculino y el femenino. Uno no puede existir sin el otro. Y nada puede existir sin los dos.

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Pongo unos puntitos suspensivos porque ese primer párrafo suena de lo más elevado y espiritual... y lo es, pero también es muy terrenal, verás:

El principio masculino encarna la acción, el movimiento, la construcción, el esfuerzo y la perseverancia. Y el femenino representa la espera paciente y confiada, es un principio pasivo-receptivo cuyo movimiento es hacia adentro.

Para poner un ejemplo: El jardinero planta la semilla (principio masculino en acción) y ésta debe permanecer bajo tierra mientras germina, antes de que aparezca el primer brote (principio femenino). Para que haya plantas, frutos y flores, es indispensable la co-participación armoniosa de ambos principios.

De hecho, para que exista cualquier cosa: un negocio, una obra de arte, una pulga, una máquina, un bebé... toooodo! ambos principios deben participar. Mientras más equilibradamente lo hagan, más equilibrado será lo creado.

¿Y eso quiere decir que entonces, los seres humanos que nacieron masculinos (o sea, hombres) son activos, fuertes y dinámicos mientras que nosotras las mujeres estamos destinadas a ser pasivas, pacientes y receptivas porque representamos el principio femenino?

Claro que no. Como seguro ya sabes, ambos sexos contenemos ambas energías, sólo con diferencias de grado. Sin embargo, la distorsión que tan bien se nos da a los seres humanos (por fortuna, si no ¿qué chiste tendría encarnar perfectos en este planeta de aprendizajes?), llevó las cosas a un extraño lugar:

Hasta hace muy poco, digamos que hasta mediados del pasado siglo XX y hablando de forma un poco general, vivíamos en una cultura de dominio masculino, en la que las mujeres fueron sometidas y minimizadas,  si no es que tratadas como bichos de segunda.

A nosotras nos parece muy normal ir a la escuela, votar en las elecciones, elegir si falda o pantalón, decidir sobre nuestra maternidad, ganar dinero, aspirar a distintas formas de reconocimiento... De ninguna manera fue así de sencillo para nuestras antecesoras, nuestras valientes hermanas del pasado, quienes a través de la lucha cotidiana por la equidad, fueron moviendo el péndulo desde el extremo en que las mujeres éramos consideradas menos valiosas que cualquier hombre hasta llevarlo al otro costado, al de la lucha feminista que descalificó por completo a los varones y entronizó el poder femenino.

Poco a poco, este péndulo se ha ido moviendo hacia un lugar más cerca del centro: en la Nueva Era, donde estamos hoy, ya sabemos que las mujeres no somos iguales a los hombres pero sí podemos activarnos y ser productivas. También sabemos que los hombres pueden soltar las herramientas de trabajo y dejarse conmover y manifestarse sensibles sin menoscabo alguno de su masculinidad.

Idealmente y si seguimos trabajando en esa dirección, algún día llegaremos como humanidad a un punto donde ninguno de los dos sexos tendrá miedo de usar los dos principios armoniosamente y podremos entregarnos al amor y la dicha compartidos, a la creación equilibrada y feliz.

Pero todavía nos falta un poquito para llegar ahí. Y es en este punto en el que las mujeres somos, indiscutiblemente:

PROTAGONISTAS DEL CAMBIO!

¿Cómo ser protagonista desde la pasividad? imposible! A estas alturas, la mujer que todavía distorsiona su principio femenino y espera que un caballero se haga cargo de ella, se niega a activar su poder interior y depende de o explota a otros, le está haciendo una descarada y fea trampa a la vida.

Del otro lado, la mujer que anula a los hombres,  les odia y  trata de excluirlos de su mundo y de su vida pensando que no sirven para nada, también se está haciendo una jugarreta dolorosa.

¿Cómo ser protagonista en la Nueva era? Definiendo primero qué quieres protagonizar: ¿Un drama? ¿una comedia? ¿una película aburrida? ¿una telenovela cursi? ¿una súper producción millonaria? Quizás una película que tenga un poco de todas las anteriores y más!

Permítete aspirar a ser protagonista (y a ganar el Óscar, la medalla que quieras, el reconocimiento que necesites)

¿Meras espectadoras? ya no. Ya no podemos quedarnos en la butaca, comiendo palomitas, mientras otros dirigen nuestra película y escriben el guión.

Una buena protagonista, una de las grandes, se conoce bien y se acepta. Sabe que tiene defectos y virtudes y reconoce que no lo puede todo. Pide ayuda cuando sabe que la necesita y da su apoyo cuando se lo piden. Una protagonista de ésas que dejan huella y hacen historia, es una mujer que reconoce su imperfección y se compromete para trabajar las zonas más oscuras de su alma y personalidad sin expectativas perfeccionistas, pero sacándose todo el brillo que puede, porque no le da miedo resplandecer.

Una protagonista verdadera, una Mujer de la Nueva Era, asume su rol histórico y promueve el cambio de los demás a través de su propio cambio. Se para sobre sus dos pies, es autosuficiente, se la cree y no por eso teme relacionarse con un hombre que sea su par y entregarle su amor, para crear juntos.

La mujer que protagoniza el cambio no se auto engaña: sabe que el camino es largo, aunque no hay prisa para recorrerlo y que los resultados perdurables son producto del esfuerzo perseverante. El punto de equilibrio se alcanza cuando se confrontan las creencias erróneas, los miedos y los sentimientos incómodos. También cuando se aceptan los atributos y la belleza interna y externa.

Encarnar como mujer y vivir en el siglo XXI constituye una maravillosa oportunidad para ser agente de transformación y sembrar la semilla del crecimiento, el desarrollo y la paz espirituales en nosotras y en otros!

Así sea. Así es. Bendiciones!!!

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Aurora del Villar