Sea cual sea tu problema u objetivo, ¡no pienses! Permanece abierto. Deja que tu propia inspiración fluya.
Cuando pensamos demasiado, sin considerar nuestra conexión con la inteligencia cósmica creyendo que encontraremos la mejor solución, ¿qué ocurre?, ponemos sobre la mesa multitud de argumentos para escoger uno, y eso hace que aparezcan dudas acerca de cuál es el mejor, lo que hace probable que no elijamos el más sabio, sino el que nos dicte la memoria, o la programación que grite más fuerte en nuestro subconsciente…
Eso explica el resultado de estadísticas, en las que aseguran que aproximadamente el noventa por ciento de los problemas empresariales, no se resuelven durante las horas laborales, en las que estamos totalmente enganchados con el intelecto, y es que no es el raciocinio, sino la inspiración, lo que genera las mejores ideas, que surgen cuando relajamos el pensamiento; es decir, cuando estamos en la ducha por la mañana, cuando soñamos, paseamos, o leemos un buen libro.
Es algo que Beethoven ponía siempre en práctica: amaba dar largos paseos con su cuaderno, listo para anotar, porque amaba inspirarse con la naturaleza. Asimismo, quien creó el Internet, no sabe de dónde surgió la idea; los grandes inventores reciben las ideas o soluciones en los momentos más insospechados.
Cuando se cruza la serpiente…
Por eso cuando la gente me pregunta: « ¿Cómo decides qué hacer, y qué no? ¿Cuándo decides actuar o no? ¿Cómo decides qué es bueno para ti?»; les explico que no lo sé. Tan solo sigo a mi corazón, porque entonces, sé que está bien. El secreto, está en actuar desde la inspiración, sin pensar. Consiste en dejar de lado lo que aprendimos, qué es correcto o incorrecto, lo que está bien, o mal.
Por ejemplo, si una serpiente se cruza en tu camino, ¿te alejas de inmediato, o te pones a pensar? Si piensas, no tendrás tiempo para alejarte, y antes de que puedas tomar una decisión, la serpiente probablemente te muerda. En mi caso, hay algo que sé sin lugar a dudas: ¡no quiero que me muerda una serpiente!
Esto se aplica a todas las áreas de tu vida. Cuando actúas «natural» e «instintivamente», las cosas sencillamente fluyen. En cambio, cuando piensas mucho y lo analizas una y otra vez, pierdes tu ritmo natural, dejas de ser tú mismo, y todo se torna más difícil. Esto sucede porque cuando piensas y te preocupas, no estás en el fluir. No estás en cero y, por lo tanto, la inspiración no puede llegar.
Es a posteriori, mirando hacia atrás, cuando puedes ver cómo actúa la inspiración: en mi caso, si observo el pasado, y me gusta lo que veo, me doy cuenta que hice aquello que me hizo sentir bien en mi corazón; sé que no podría haberlo conseguido desde el intelecto.
Mi experiencia más grande, en cuanto al fluir de la inspiración, es durante los seminarios, o cuando me hacen entrevistas. Nunca sé lo que voy a decir. Realizo las presentaciones sin «pensar»; solamente hablo. En mis inicios, yo misma me sorprendía. Cuando comencé con mis clases por Internet, o por teléfono, cuando todavía ejercía mi carrera como contadora especializada en impuestos, no quería saber por anticipado las preguntas de la gente, sabía que mi intelecto se metería de por medio. En cambio, cuando me preguntaban de improviso, fluía con la respuesta, y lo que salía, siempre terminaba siendo lo que la otra persona necesitaba escuchar.
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