Te has preguntado,¿por qué me siento hoy así?, ¿por qué reacciono de determinada manera frente a los estímulos que recibo?, ¿qué “detonadores” son los que me llevan a tener respuestas “irracionales” ante ciertas situaciones que percibo como agresivas?, ¿qué me lleva a entrar en estados de duda entre lo que hoy es y lo que podría ser?, ¿cómo se manifiesta la verdadera felicidad y por qué algunos la experimentan y otros no? Y uno más que considero crucial: ¿por qué hay personas que nunca logran ser felices?
Y mi respuesta tentativa es: Las personas no son felices porque buscan la felicidad en todo, menos en sí mismas y también porque no les es claro el concepto de la felicidad.
Parece una utopía, pero definitivamente tendríamos un mundo más armónico, una convivencia más sana, un ambiente de trabajo más productivo, si aprendiéramos a construir la felicidad desde el interior de nuestro ser, siendo entonces indispensable tener la certeza sobre lo que ocurre en nuestro interior y conocer qué sucede cuando nos volvemos presa de nuestros pensamientos y cómo, no sólo permitimos, sino que hasta fomentamos, el estar inmersos en un estado de infelicidad y sufrimiento permanente.
La felicidad no se traduce necesariamente en un estado de gozo profundo y permanente, sino que muchas veces se descubre a través de la ausencia de dolor. Rogeli Armengol, en su texto, Felicidad y dolor, apoya esta hipótesis al hablar del dolor referido al cuerpo, pero también a la mente e incluso al dolor moral, como una causa fundamental de la desgracia y ésta como aniquilante de la felicidad. Una vida de dolor no es apetecible, pero una vida con escaso placer es agradable y puede ser venturosa. Si nos fijamos bien, la mayoría de las acciones que persiguen nuestro bien y el de los nuestros están dirigidas a librarnos del dolor cuando lo hay o a prevenirnos de él en lo inmediato o en el futuro. (R., 2010)
Es indiscutible que cuando pensamos en felicidad, también traemos a la mente la alegría que se explica como lo hacía Demócrito con la euthymía (tranquilidad del buen ánimo), sinónimo de serenidad, paz de espíritu y el contento de existir; que invade nuestro ser cuando valoramos lo que hoy tenemos y aprendemos a experimentar agrado hacia las cosas sencillas de la vida. La búsqueda incesante de lo que nunca podremos alcanzar conlleva un estado de insatisfacción, frustración y en ocasiones, de odio hacia quienes, desde nuestra perspectiva, lo tienen todo.
Es por ello que en continua búsqueda de bienestar, los seres humanos desarrollamos creencias religiosas, ideologías y perspectivas específicas de lo que es la felicidad, a través del apego a las iglesias, congregaciones, sectas y otras agrupaciones que ofrecen la felicidad no sólo en este plano de existencia, sino mucho más allá, a través de un elemento al que muchos se apegan para dar sentido a su sufrimiento actual: la fé; y de tal manera, que para un número importante de personas se vuelve obsesión y fanatismo.
Sergio Peña y Lillo, aborda el estudio de la felicidad al contrastarla con el temor. Rescata la contaminación del presente con el pasado, refiriéndose al hombre como un animal, más que racional, emocional; por su capacidad de reír y de llorar, además de ser el único capaz de desarrollar su autoconciencia anímica y la posibilidad de distinguir el bien y el mal. Sin los afectos, decía Nietzsche, el mundo es sólo número y línea; ley y absurdo. (Peña y Lillo, 2009) De acuerdo con un aforismo oriental, es preciso estudiar nuestras sensaciones y observarlas, porque ello representa la ciencia del autoconocimiento. Y es en el marco de esas sensaciones y de las experiencias afectivas, donde la felicidad y la desdicha, van de la mano del amor, de la compasión y del remordimiento.
Lersch aporta una estratificación de los sentimientos y descubre a la alegría, como sinónimo de la felicidad, en contraposición a la aflicción, que ocasiona un ensachamiento de lo vital, lo cual nos lleva a darnos y a compartir desde un estado de dicha y plenitud. La aflicción, en cambio, nos conduce a la restricción de la vida y empobrecimiento de la experiencia. Se trata de una visión altamente reduccionista porque sólo contempla los extremos del sentimiento y no indaga en sus matices; sin embargo hay posturas que no reparan en tales matices porque apuntan al descubrimiento de la felicidad al vencer el miedo a través de la fé, como se señala en párrafos anteriores y que Copérnico defendía al señalar, ¿Quién, después de aplicarse al estudio de las cosas que se ven establecidas con el mejor orden y dirigidas por la decisión Divina, no abriría los ojos apoyados en la contemplación diligente de ellas, a través de una mera habituación a lo que es mejor, y no admiraría al Artífice de todas las cosas, en quien se encuentra toda la felicidad y todo el bien? (Z, 2003)
Seligman opina que para hablar de felicidad, habría que considerar tres vertientes: la vida placentera, la vida a partir del compromiso y la vida significativa. La primera tiene el inconveniente de ser efímera, y, aunque parezca difícil de creer, heredada1; cuando se cumple con el compromiso y se hace lo que se tiene que hacer, se entra en un estado denominado “de flujo”, en el que el tiempo se detiene, entramos en estados de concentración, nos ocupamos y finalmente determinamos que tenemos una buena vida. En cuanto al sentido de vida, a la vida realmente significativa, podemos observar que se apoya en el autodescubrimiento de las fortalezas personales y de aprovecharlas para algo o alguien más que para sí mismo, esto es, para un propósito mayor.
Me siento bien o me resigno a estar mal
Toda vez que nos hemos aproximado al concepto de felicidad, debemos detenernos a pensar si estamos haciendo lo propio para conseguirla. Seligman, llegó a la conclusión de que las personas más felices no son las más religiosas, ni las más sanas, ni aún las más ricas, hermosas o con menos eventos negativos en su vida; sino aquéllas que son extremadamente sociales (aunque se trata de un fenómeno correlativo y no causal). La psicología se ocupó durante más de 60 años de atender sólo a quienes presentaban alguna patología, a los que no se consideraban sanos y por supuesto que en ese camino, se hicieron significativos avances, por ejemplo, en el tratamiento de la esquizofrenia, la depresión y el alcoholismo; pero se dejó de lado a quienes tenían una vida funcional y un estado aparente de salud. La psicología se había olvidado de procurar hacer más plenas, felices y productivas a las personas relativamente sanas. Es así como se construyen los objetivos fundamentales de la psicología positiva: preocuparse de las fortalezas y de las debilidades de los seres humanos, encaminarse a la edificación de vidas mejores y a la reparación de los daños y encaminarse a forjar fortalezas aprovechando el talento de cada ser humano. (M., 2004)
Muchas personas creen estar bien, sencillamente porque consideran que hay casos peores a los de ellas, o porque así les tocó vivir. Vienen a sus mentes situaciones que sólo serían posibles si hubieran nacido en otro momento, en otro lugar, en el seno de otra familia. Las fantasías se presentan para construir una vida ideal que existe únicamente en su imaginación y pretenden, al menos por un momento, ser aquellos personajes de cuento que triunfan, que son amados y muy felices. Cuando abre los ojos y se percata de que eso no está frente a sí mismos, que no forma parte de su verdad, entonces se convierten en seres pesimistas, inconformes y frustrados; pero peor aún, cuando ese periodo de pesimismo se ha prolongado, la tendencia es hacia la resignación, un estado en el que la muerte es la única capaz de ofrecer un cambio. La espera y la resignación son como dos brazos de una tenaza que nos destruirá indefectiblemente si no caminamos. Caminar es el único modo de no quedar a su alcance, de no vivir insatisfechos en la tensión de la espera, ni en la negación- a priori- de la posibilidad de vivir mejor… (Zamuner, 2007)
Y es claro que la ambición desmedida puede ocasionar que ese caminar se torne en un escenario de frustración e impotencia, porque el camino se recorre poco a poco y día a día, con pequeños cambios que serán muy significativos, que representarán el cimiento de una nueva forma de entender la realidad y a uno mismo.
1 La genética conductual estudia de los factores genéticos y ambientales que originan las diferencias entre individuos. La herencia se refiere a la transmisión de estas diferencias de padres a hijos. (Moreno muñoz, 1995)
Aguilar, B. C. (s/f). Aportes Teóricos de la Psicología Transpersonal. Obtenido de Psicología transpersonal: http://www.psicologia-online.com/articulos/2009/09/PsicologiaTranspersonal.shtml
M., S. (2004). Martin Seligman: la nueva era de la psicología positiva. Obtenido de TED: http://www.ted.com/talks/martin_seligman_on_the_state_of_psychology#t-363399
Moreno muñoz, M. (1995). La determinación genética del comportamiento humano. Una revisión crítica desde la filosofía y la genética de la conducta. Obtenido de Gazeta de antropología: http://www.ugr.es/~pwlac/G11_06Miguel_Moreno_Munoz.html
Peña y Lillo, S. (2009). El temor y la felicidad. Santiago de Chile: Universitaria.
R., A. (2010). Felicidad y Dolor. Barcelona: Ariel.
Salazar, J. (3 de noviembre de 2009). Psicología Transpersonal: Una nueva perspectiva de abordaje psicoterapéutico. Obtenido de Psicopedia hoy: http://psicopediahoy.com/psicologia-transpersonal/
Z, B. (2003). Comunidad: en busca de seguridad en un mundo hostil. Obtenido de http://redpaemigra.weebly.com/uploads/4/9/3/9/49391489/bauman_zygmunt_-_comunidad.pdf
Zamuner, A. (2007). Sobre cómo vivir bien o el secreto de la no-infelicidad. Obtenido de Google Books: ps://books.google.com.mx/books?id=KFla45LMNAoC&pg=PA131&lpg=PA131&dq=resignación+frente+a+la+infelicidad&source=bl&ots=APd8rS4Sv0&sig=r3-d8gmNUo10tMahsC6WqeuVY4A&hl=es-419&sa=X&ved=0ahUKEwjG8_mxr6jMAhXMcz4KHWc6AW0Q6AEILDAE#v=onepage&q=resignaci%C3%B3n%20f
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