Hola amigas; quiero compartirles mi encuentro con el Covid 19. Aunque un enemigo implacable, un gran maestro, una gran experiencia, porque el sufrimiento es la antesala del aprendizaje y una gran oportunidad de crecimiento que te permite descubrir todo lo que tienes que no está cotizado en la bolsa de valores y descubres que lo más valioso es gratuito. En ese espacio, en el silencio donde te das cuenta de tu vulnerabilidad, también tomas conciencia de que lo que cuesta no es lo que vale, las riquezas que poseemos y solo en esos momentos haces un balance de cuanto tienes para ser feliz y esto te hace luchar con ese terrible monstruo que te está quitando las fuerzas, la energía, la vida.
Es cuando descubro la fortuna de tener una familia que me ama, que me cuida como a alguien entrañable a quien no quieren perder. Cuando me doy cuenta del valor de la amistad, amigas que te hablan, que se ponen a tu servicio, que te llevan comida, que se preocupan por ti y le piden a Dios por tu salud y vuelvo a ver la gratuidad, el regalo de la vida y esto me llena de una fuerza interior y un pensamiento positivo porque puedo volver a contemplar un atardecer, una noche plenilunada, una flor, una estrella, los ojos de mis hijos; a escuchar el canto de los pájaros, a ver una tormenta desde la ventana, a volver a sentir el viento. Es cuando mi espíritu se llena de alegría y levanto los ojos al cielo y digo GRACIAS SEÑOR, porque todo ha cobrado otro sentido, la oportunidad de estar en este mundo nuevamente hace que surja la obligación de ser feliz, la necesidad de compartir, de hacer algo por alguien o más bien por todos los que se encuentren conmigo. A reflexionar que Dios nos regala 24 horas nuevecitas cada mañana, en nuestras manos está llenarlas o vaciarlas, invertirlas o perderlas ¡son nuestras!
Yo las invito a que se cuiden, a que sigan disfrutando la fiesta de la vida, que la gocen, que la compartan, que la agradezcan, que la VIVAN!
Y les deseo ¡que sean felices! Aunque se acostumbren.
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