Ya estamos plenamente inmersos en mayo, y aunque en los últimos días se han registrado hechos positivos, como el restablecimiento del Pacto por México, o muy lamentables, como la tragedia provocada por el estallido de una pipa de gas en la autopista México-Pachuca, la celebración de las tradicionales fechas festivas de este mes no se detiene.
En efecto, el Día de las Madres volvió a concitar, como ocurre año con año, el desbordamiento publicitario y una gran derrama económica tanto en tiendas y almacenes como en restaurantes y toda clase de sitios para festejar.
Desde luego, no nos oponemos a que esta fecha ya emblemática sea un buen pretexto para reencontrarnos en familia y convivir con nuestras progenitoras. Tampoco nos incomoda la idea de tener una atención hacia ellas e incluso darles un obsequio, aun cuando preferiríamos potenciar los lazos sentimentales y esa entrañable relación de cariño, gratitud y respeto entre hijo y madre. Y, sobre todo, nos gustaría que esa práctica se ejerciera con generosidad día a día, pero, eso sí, lejos de cualquier asomo de chantaje sentimental, consumismo desaforado y sensiblería social.
Algo similar ocurre con el Día del Maestro, si bien es cierto que en el festejo del 15 de mayo son más tenues tanto el jolgorio como el gasto. También en este caso el agradecimiento es colectivo, sobre todo por parte de los padres de familia y de los alumnos, que en sus escuelas organizan festivales con música, canto y baile, además de ofrecer a sus docentes algún regalo, que puede ir desde una roja manzana, unas flores o un dibujo, hasta grandes comilonas. Pero, de la misma manera, pienso que aún cuando tenemos sobradas razones para rendirles pleitesía a maestras y maestros, estoy convencida de que debemos ponderar y profundizar el significado de esas celebraciones. Tenemos que reconocer la labor de los mentores a lo largo del año y hacerlo con un genuino agradecimiento –pues los auténticos maestros están profundamente comprometidos con la educación– y no por una inercia que nos lleve a halagarlos sin tener una cabal conciencia de la misión que cumplen en el presente y futuro de la nación.
Como éstos, durante mayo hay otros días –la heroica Batalla de Puebla el día 5, la popular fiesta de la Santa Cruz el día 3, entre otros– que deberían recordarnos siempre la importancia de procurar el beneficio de nuestro entorno individual y colectivo. Fechas que tendrían que reforzar nuestro interés en procurar relaciones sanas tanto con la familia como con las instituciones y el medio ambiente, así como fomentar conductas éticas que permitan ir desterrando las diversas lacras o rémoras que padecemos, como la violencia, la corrupción y la impunidad.
Y bueno, no dejemos de lado el Día del Trabajo, celebración paradójica en un país como el nuestro, con índices preocupantes de desempleo, subempleo y baja productividad. Por eso, la mejor manera de conmemorar a los Mártires de Chicago cada primero de mayo sería hacer el mayor esfuerzo para crear fuentes de trabajo, así como proponernos avanzar más y mejor como sociedad en conjunto.
Así pues, festejemos lo que tengamos que festejar y agreguemos más argumentos y motivos para darle sentido y justificación a nuestro ser festivo, sobre todo frente a fechas emblemáticas de nuestro calendario cívico o fechas tradicionales que, como en mayo, invitan más al jolgorio que a la reflexión.
http://www.marthachapa.net/
enlachachapa@prodigy.net.mx
Twitter: @martha_chapa
Facebook: Martha Chapa Benavides
Comentarios