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Llegó el momento de entrar en la habitación... Sí, de hablar de sexo. Pero no, no el de las películas XXX, sino de esa energía placentera que puede resultar tan sanadora y transformadora... ¡Claro, si te fijas cómo y con quién! A veces más vale “amarse” solo que estar mal acompañado...

Como en todos los aspectos de la vida, nuestra energía debe canalizarse en forma positiva porque, si no es así, nos sentimos desgastados, cansados, a veces enfermos. Te pongo un ejemplo: cuando te enojas, si no logras expresar tus sentimientos de forma positiva, acabas como si hubieras corrido el maratón, pero, además, sin la gratificación ¿no es así? Esto se debe, sobre todo, a que al no expresar tu molestia de forma asertiva, sólo te alimentas con el coraje, es decir, con un veneno. ¡Te intoxicas!

            Imagina que en la parte central de nuestro cuerpo pasa un tubo. Cada tramo de este tubo tiene una válvula que se abre y se cierra para permitir el paso de la energía. De ida y regreso. En el ejemplo anterior (el del enojo), las válvulas se cierran, dejando la energía atorada en alguna parte del cuerpo. ¿Ves por qué a veces después de un ataque de furia te duele la cabeza, el cuello o la espalda?

            Ya nos vamos entendiendo. Si el sexo es energía, también debe saber canalizarse. Es decir, asegurarnos que toda esa explosión placentera se comunica por nuestro cuerpo, alma y pensamiento. ¡Que todas las válvulas se abren, vaya!

            El sexo nos comunica con nuestro linaje humano. En él, además del placer, entran en juego las emociones de nuestro subconsciente colectivo, las energías ancestrales. Por ello, es tan importante. Es como si te llegara de pronto la iluminación, el conocimiento de miles de personas que estuvieron en este mundo antes que tú. La forma en la que vivían y entendían el placer y lo comunicaban al Universo. Es una forma de conexión perfecta con lo creativo y divino que hay en ti.

            Por lo mismo que es tan elevado, especial y nos conecta con la energía ancestral, a veces esta energía no viene tan pura que digamos... Y ahí es donde nos amolamos.

            Imagina que tus abuelas, bisabuelas y tatarabuelas creían que los hombres son muy malos o que las mujeres son de lo peor. Al momento de la relación sexual, en el que estás tan vulnerable, si tus válvulas no están funcionando adecuadamente la conexión con esta idea se dará de inmediato en el inconsciente, se quedará atorada y lo convertirá en sufrimiento. ¡Por eso pasa lo que pasa!

            Al momento del contacto sexual, la conexión con el espíritu de las personas se da en un nivel profundo, por lo que, aun cuando tú estés energéticamente sano, podrías tocar por un momento el infierno interno de la otra persona. Regresando al efecto de la furia: quedarte con su energía atorada en alguna parte de tu cuerpo o alma. ¿Ves por qué vamos por el mundo con pequeñas heridas sin cerrar? Por ello es tan importante tener en cuenta nuestras válvulas: el derecho a tener, al placer, a actuar, a amar y ser amado, a comunicarnos, a la creatividad, a ver y a saber. Y en este caso, sobre todo, derecho a una vida placentera, no sólo sexualmente hablando.

            Cada persona debe elegir el número de parejas que considere a lo largo de su vida. Sin embargo, tenemos que estar conscientes de que hay personas que pueden dejar marcas energéticas en nuestro cuerpo, si es que no mantienen sus “válvulas internas” funcionando adecuadamente. Por lo pronto, comienza a trabajar con las tuyas. Ese ya es un gran adelanto. ¡Cuéntame cómo te fue!