En medio de un fin de semana largo, y definitivamente primaveral. Se ha dejado de sentir ese viento fresco que caracteriza el final del invierno. No cabe duda que después de lo acontecido en Japón en los últimos días, es indispensable hacer una reflexión acerca de la fortaleza humana frente a la desgracia, a la muerte y a la incertidumbre.
Las consecuencias del terremoto, seguido por el tsunami acontecido la semana pasada en Japón están en constante cambio. No dejan de llegar desde el otro del continente historias que nos conmueven. Se escuchan frases como: “pensé que iba a ser el último día de mi vida”. Conocemos historias como la de un hombre que navego durante tres días sobre el techo de su casa hasta que fue rescatado por los helicópteros que sobrevolaban por encima de las aguas. Mientras durante los tres días de angustia, pensaba que nunca iba a ser visto, y que le quedaban sólo unas horas de vida.
¿Se pueden imaginar el temor que vivía ese señor? La desesperación de pensar, que no sólo había perdido su casa, o a sus hijos, o a sus familiares más queridos, sino que además estaba a punto de perderlo todo… hasta lo más preciado que tenemos: la vida.
¿Por qué hay que esperar a que sucedan este tipo de tragedias para darnos cuenta de lo que verdaderamente tiene valor?
Las imágenes son devastadoras. Las olas arrasan con todo lo que se encuentra a su paso. Rompen con toda su furia sobre lo construido por la mano del hombre. Casas enteras, autos, barcos, personas, animales, todo lo que se encuentra a su paso. El hombre frágil frente a la fuerza brutal de la naturaleza. Pasan los días y más son las historias que se conocen de los pueblos borrados del mapa. De poblaciones que se destruyeron y de los que no se tienen noticias, hasta que a cuentagotas aparece alguna persona que sobrevivió y que da señales de vida. Y otros cientos, que simplemente no aparecen.
Son más de tres mil, los muertos hasta ahora en el Japón, y se teme que lleguen a 10,000. Se nos comprime el corazón. La tragedia es inmensa, las consecuencias son apabullantes.
Cada vez que la naturaleza habla, nos muestra su fuerza, su poderío. Nos ubica. Nos hace reflexionar sobre el poder de la naturaleza y la vulnerabilidad humana. No importa cuantos recursos tengan los países, ni las personas, cuando suceden este tipo de situaciones no hay dinero que alcance para evitarlo, y mucho se requiere para redimirlo. Hay cosas que por desgracia, no tienen precio, y peor aún, son inevitables.
Te has puesto a pensar ¿cómo los seres humanos sacamos la fortaleza frente a la adversidad, cómo ante la incertidumbre brota el instinto de sobrevivencia y nos aferramos a la vida?
Hasta los bebes más indefensos luchan por vivir, se sabe de la historia de una niña de tan sólo 4 meses que fue encontrada y rescatada entre el lodo y que sobrevivió entre las aguas por varios días. ¿Cuánto dolor deben de estar experimentando? ¿Cuánto sufrimiento?
Se impone una reflexión acerca del valor que tiene cada día más el cuidado de la naturaleza, del planeta y de la tierra. El enorme valor de la solidaridad humana y de la vida misma.
El desastre de Japón pone de manifiesto la vulnerabilidad humana, frente a lo impredecible. Nos muestra la fortaleza de los seres humanos, frente desgracia y sobretodo, nos cuestiona acerca de los propios valores.
Es momento de enfocarnos en todas esas cosas que no tienen precio, que son intangibles y que son a la vez las más trascendentes, que están cargadas de valor y que le dan sentido a la vida.
Se vislumbran mejores tiempos, no sólo por el clima o por lo verde de las praderas. Sino por el placer de ver los botones de las flores brotar. Por ver la grandeza de naturaleza humana. Por la sensibilidad, la solidaridad y la sinceridad, virtudes que hay que encontrar y promover desde lo más profundo de nuestro Ser.
Enciéndele a tu vitalidad.
Escucha LÚA. Impulso Vital todos los días a las 8:00 pm en la tercera emisión de noticias de 98.5 fm radio y regálate un momento de reflexión.
Comentarios
Escelente reflexión. El valor de la creación y todas las cosas que nos rodean son intangibles como es el volar de una mariposa buscando la flor donde posarse, el viento pasando a través de los árboles enfrente de mi cssa. ¡Qué maravilla es la grandeza de Dios¡ Les recomiendo leer el libro JESÚS, HOY de ALBERT NOLAN.SJ en especial el capítulo 16, "Uno con el Universo".
Hilda Díaz y Borbolla