LOS INFIERNOS DE HOY

 

De nueva cuenta el fenómeno de la migración se presenta con un doloroso saldo humano.

Ahora se trata de cientos de miles de seres humanos que huyen de esos males que han marcado dramática y lacerantemente la historia de la humanidad: guerras, fanatismos e intolerancia.

Hemos visto en nuestros días como familias enteras caminan sin cesar kilómetro tras kilómetro para llegar a una tierra que los acoja y les proporcione paz, trabajo, comida… y sobre todo un lugar donde vivir con dignidad.

Pero su camino está por igual lleno de riesgos y peligros que llegan a soslayarse por la enorme desesperación de tantos hombres, mujeres, jóvenes y niños, ante la desolación reinante en los lugares donde nacieron y han vivido con todo tipo de carencias, persecuciones y sin expectativas en el presente, o peor aún, sin futuro para alcanzar un decoroso bienestar personal y social.

Las escenas que hemos presenciado en días recientes acentúan estos dramas humanos que tanto nos estremecen e indignan, como ocurre con quienes improvisan balsas que se hunden en el mar, ahogándose cientos de ellos.

Pero también nos conmueve entrañablemente ver que países como Alemania y Francia lo han entendido, comprendido y apoyado para darle solución e incluso han convocado a la Unión Europea en su conjunto en respeto a los derechos humanos, el sentido de la libertad y un renovado humanismo.

Aún más, ese sentimiento solidario se ha extendido a otros continentes, y caló ya en el nuestro, en América, donde México ha expresado su intención de recibir a grupos de migrantes, lo cual nos recordó positivamente distintos momentos de nuestra historia contemporánea lo mismo en favor de españoles que fueron expulsados o huyeron de la cruel guerra civil en ese país durante los años treinta, y luego, con la llegada de chilenos y argentinos ante las desalmadas tiranías militares en Sudamérica.

En contrapartida, los países de donde la gente parte, ya se trate de Siria o Hungría, se les hostiliza e impide migrar pretendiendo vanamente ocultar la injusticia, el sufrimiento, la violencia, y la incapacidad misma de sus gobernantes, que tanto imperan hacia dentro de sus fronteras.

Pero también, debe ser toda una lección para México en el sentido del maltrato que con frecuencia damos a los migrantes que provienen de Centroamérica, huyendo de la miseria y la violencia.

Todavía no sabemos el desenlace de estos flujos de migrantes, pues no bastará, bien lo sabemos, la buena voluntad de los gobiernos solidarios, sino la aceptación y respaldo de las comunidades mismas donde si bien prevalecen sentimientos fraternales, por igual existen prejuicios racistas, fundamentalismos religiosos, egoísmos…

El tamaño del problema es gigantesco, pues se estima que 50 millones de personas están en calidad de refugiados en el mundo y que de ese total la mitad son menores de edad.

En verdad, se trata de todo un infierno del siglo XXI, cuya extinción nos atañe a todos.

 

www.marthachapa.net

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