LOS CASTIGOS Y LOS GOLPES, ¿UN MAL NECESARIO?
Profa. Gloria Fernández Camacho
A través de mi práctica docente, muchas veces me preguntan los padres de familia, ¿está mal que le pegue a mi hijo si no obedece? ¿Es cierto que si lo castigo lo voy a traumar? ¿Cómo hago para disciplinarlo sin golpes ni castigos? ¿Son válidos los premios?
Castigar significa causar sufrimiento a otra persona para que cambie su comportamiento. ¿Es esto lo que quieres hacer a tu hijo? El castigo es uno de los peores métodos que los padres pueden usar, tiene grandes desventajas, pues lastima al pequeño, limita su inteligencia y disminuye seriamente su autoestima y seguridad. Produce frustración, enojo, deseo de venganza, miedo y resistencia a colaborar.
Existen varias formas de castigo. El castigo físico, la burla o el menosprecio, los chantajes emocionales, las amenazas y, el peor, retirarles el afecto.
El castigo físico, los golpes, zarandeos, pellizcos, etc., son un gran abuso, además de resultar peligrosos para los niños. NADA justifica maltratarlos. El pequeño que ha sido golpeado aprende a ser violento; siente que vive en peligro, pues no puede defenderse cuando sus padres pierden el control y se aprovechan de él a través de golpes. De esta forma, el niño aprende que para resolver los conflictos se debe usar la fuerza y la violencia.
Una práctica destructiva e ineficaz son las burlas o menosprecios. Los insultos y las frases despectivas etiquetan al niño, empobrecen el concepto que tienen de sí mismos y bajan su autoestima. Llamarlos malos, tontos, sucios, lentos, no los educará jamás. Utilizar frases falsas como “me voy a enfermar si me sigues haciendo enojar” o “estoy muy triste porque no comiste tu sopa”, sólo logra asustar a los pequeños y hacerlos sentir culpables, sin embargo, al crecer dejan de tomarlas en serio, pues saben que son mentiras.
Las amenazas atemorizan al pequeño, pero son inútiles para enseñar cómo conducirse. Tampoco las promesas sirven, “te voy a lavar la boca con jabón”, “prométeme que no vas a volver a comer…” La razón de ser inservibles para la educación de los niños es que, al día siguiente, ellos ya no recuerdan lo que prometieron o lo que no debían hacer.
Retirar el afecto es una de las formas más agresivas de castigar a los hijos. La posibilidad de que sus padres los dejen de querer o los abandonen es muy angustiante y amenazante. Frases como: “ya no te soporto, te voy a regalar”, “vete de aquí, no quiero volver a verte” o “no me vas a volver a ver porque me voy a ir a otra casa”, son la manera más cruel de castigar, pues les causan tanto terror que no pueden ni pensar ante el peligro de perder el cariño y el amparo de sus padres. A la larga los niños perderán la espontaneidad, el entusiasmo y su alegría. Esta forma de castigo jamás funcionará para educar. El niño castigado severamente no aprende a controlarse, sólo a evitar el castigo.
Los premios tampoco ayudan a los hijos a convertirse en personas responsables. Las recompensas funcionan en el momento, pero al usarlas con frecuencia, los niños crecen esperando que alguien los premie por cada acción que realizan y no aprenden a ser responsables ni independientes. Cuando el pequeño actúa solamente por un beneficio externo, como un dulce o un juguete, pierde la oportunidad de sentir satisfacción por el logro personal.
Resulta extremadamente difícil que los padres mantengan siempre la calma, es inevitable enojarse de vez en cuando. Si alguna vez actúan de manera impulsiva o violenta, es preciso hacer algo para remediar la situación: pedir perdón. Si esto es ocasional, no resulta grave. Hay que hablar con sinceridad y expresar ideas claras, como: “me disgusté contigo y por eso te pegué, estaba cansado y enojado por otras cosas, lo siento mucho”.
Si lo que se desea es el desarrollo ético de los hijos, hay que evitar ofenderlos, rechazarlos y, mucho menos, golpearlos.
La meta es que el pequeño incorpore y haga suyos los límites, las normas y los valores, y no que esté permanentemente sujeto a una autoridad que lo vigile, lo controle y lo sancione. Es mejor usar métodos positivos para disciplinar y enseñarlo a ser responsable de sus actos.
Recomendaciones
- Identificar con sinceridad los motivos por los que siente el impulso de castigar o golpear a su hijo.
- Expresar sus sentimientos con energía, pero sin agredir al pequeño.
- Decir con claridad lo que espera de su hijo.
- Pedir disculpas cuando se haya excedido en el enojo o castigo.
- Evitar los premios como forma cotidiana de estimular a su hijo.
- Enseñarlo a resolver los conflictos mediante el diálogo, nunca con violencia.
- Nunca pegarle, humillarlo, encerrarlo o dejarlo sin comer.
- Ser coherente con lo que se hace y lo que se pide que el niño haga.
- Amarlo, quererlo mucho y decírselo con palabras y con hechos, eso hará que se sienta seguro
Comentarios
ES UN TEMA MUY DELICADO Y SON DE ESSA COSAS Q SE VAN APRENDIENDO CONFORME A LA MARCHA Y SABER DISTINGUIR Q FUNCIONA CON NUESTROS HIJOS Y Q NO NI SIQUIERA SE PUEDE APLICAR LO DE UNO AL OTRO YA QUE SON MUY DIFERENTES ES SIEMPRE BUSCANDO SU BIENESTAR, HACERLO CON AMOR Y RESPETO, AUN ASI NO ESTAMOS EXCENTAS DE EQUIVOCARNOS LO IMPORTANTE ES REMEDIARLO Y PEDIR DISCULPAS SI ES NECESARIO.
Hola Noemi León gracias por tus comentarios y por compartirnos este hermoso mensaje. Buen día
UNA PERSONA MUY QUERIDA ME HIZO LLEGAR ESTE E-MAIL, QUE ME GUSTARÍA COMPARTIR,
ES UN BUEN EJEMPLO:
El amor y no el castigo es el que nos redime como seres humanos, ¿no crees?
(cualquier referencia a la república amorosa no es coincidencia, es una realidad)
La canción de nuestros hijos
Hoy encontré esta perla en Internet:
"Cuando una mujer de cierta tribu de África sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del niño. Saben que cada alma tiene su propia vibración que expresa su particularidad, unicidad y propósito."
"Las mujeres entonan la canción y la cantan en voz alta. Luego retornan a la tribu y se la enseñan a todos los demás".
"Cuando nace el niño, la comunidad se junta y le cantan su canción. Luego, cuando el niño comienza su educación, el pueblo se junta y le canta su canción. Cuando se inicia como adulto, la gente se junta nuevamente y canta. Cuando llega el momento de su casamiento, la persona escucha su canción".
"Finalmente, cuando el alma va a irse de este mundo, la familia y amigos se acercan a su cama e igual que para su nacimiento, le cantan su canción para acompañarlo en la transición. En esta tribu de África hay otra ocasión en la cual los pobladores cantan la canción. Si en algún momento durante su vida la persona comete un crimen o un acto social aberrante, se lo lleva al centro del poblado y la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor. Entonces le cantan su canción".
"La tribu reconoce que la corrección para las conductas antisociales no es el castigo; es el amor y el recuerdo de su verdadera identidad. Cuando reconocemos nuestra propia canción ya no tenemos deseos ni necesidad de hacer nada que pudiera dañar a otros. Tus amigos conocen tu canción y te la cantan cuando la olvidaste. Aquellos que te aman no pueden ser engañados por los errores que cometes o las oscuras imágenes que muestras a los demás".
"Ellos recuerdan tu belleza cuando te sientes feo; tu totalidad cuando estás quebrado; tu inocencia cuando te sientes culpable y tu propósito cuando estás confundido. No necesito una garantía firmada para saber que la sangre de mis venas es de la tierra y sopla mi alma como el viento, refresca mi corazón como la lluvia y limpia mi mente como el humo del fuego sagrado. " Tolba Phanem - mujer, poeta africana.
Este texto me hizo preguntarme en qué momento las mujeres olvidamos esa capacidad de transmitir nuestra sabiduría a los demás.
¿O es que sencillamente olvidamos que es el amor y no el castigo lo que volverá a conectar a nuestros hijos con su propio eje?
Algo de esta antigua conciencia se ha perdido a lo largo del desarrollo de la civilización.
¿No sería bueno intentar reaprenderla y encontrar, como estas mujeres, la canción de nuestros hijos?