Cada vez que nosotros nos preguntamos cuál es el sentido de la vida, hay una lección que tenemos que aprender de esa pregunta.
Y es en esos momentos, cuando uno se siente inseguro y con gran incertidumbre, donde en realidad estamos más dispuestos a aprender. Cuando todo va bien en la vida, o supuestamente bien, porque lo que es bien para uno puede no serlo de ninguna manera para otra persona, nos sentimos con muy poca disposición a que las situaciones de la vida nos enseñen algo.
La rutina, el levantarse, ir a trabajar, volver, hacer los mandados, pagar las cuentas, no significan un reto, pueden ser un motivo de preocupación desde el punto de vista económico, pero no es un verdadero desafío de la vida.
Sin embargo, al intentar recorrer un camino nuevo o desconocido, allí uno tiene que estar dispuesto a aprender. Y el hecho de romper con antiguos patrones de conducta, lo que va a hacer es favorecer la creación y la adopción de otros nuevos.
Cuando se empiezan a formar grietas en la estructura de nuestros hábitos, allí comienza a filtrarse la luz.
Nadie es impermeable a nada que le pase en la vida. Y cuando esa forma habitual de vida pasa por un período largo o corto, de confusión, períodos críticos, períodos difíciles, es el momento más adecuado para realizar un profundo análisis de nuestra vida, pero sobre todas las cosas, de nuestra forma de entender el mundo y preguntarse y responderse ¿por qué no me permito determinadas cosas? Si no lo siento, bueno, allí tengo la respuesta. No me lo permito porque no lo siento. Ahora, si lo siento y lo oculto y lo siento o lo reprimo, alguna razón tiene que haber. ¿Me estoy manejando con los parámetros que siempre me manejé y que me llevaron en definitiva, a esta situación de crisis personal por la que hoy puedo estar pasando?
Y generalmente el mensaje nos dice que tenemos que abandonar ciertas costumbres o ciertos hábitos.
Podemos preguntarnos: ¿por qué es tan difícil cambiar nuestra actitud frente a la vida? ¿Qué tipo de resistencias manifiestas u ocultas actúan sumiéndonos en la más absoluta inoperancia, obstaculizando nuestro deseo de ampliar el horizonte?
Por supuesto que podríamos seguir enumerando una cantidad de preguntas, cuyas respuestas nos pudieran ilustrar en cuanto a tratar de encontrar las razones por las que no tenemos problemas en analizar nuestra intención, somos capaces de tomar decisiones, pero a la hora de pasar a la acción, nos invade una sensación paralizante que no nos permite avanzar hacia nuestro propio equilibrio emocional.
¿Qué sucede entonces con nosotros?
Una de las tantas interpretaciones que le podemos dar a esta actitud paradojal tanto de hombres como de mujeres, es que no estamos conformes con nuestra vida, pero tampoco lo suficientemente mal como para iniciar un proceso de reingeniería personal, que naturalmente nos llevaría a introducir modificaciones sustanciales en nuestro estilo de vida. Nos conformamos mirando hacia nuestros costados, diciendo frases tales como “ yo no estoy bien, pero hay otros que están peor que yo”, por lo tanto… y esos puntos suspensivos significan esa inercia, esa apatía y esa indiferencia que muchas veces nos gana y no nos permite darnos cuenta cabal de lo que estamos viviendo.
Y el gran peligro es que “a vivir mal también uno se acostumbra”. ¿Qué quiere decir esto? Esto significa que en la medida que no tenemos el coraje y la valentía de introducir cambios que nos protejan de las agresiones exteriores, el estilo de vida deficitario lo incorporamos como lo “normal” de nuestra vida cotidiana, perdiendo totalmente la perspectiva de cómo podríamos vivir, si fuéramos capaces de mover aunque más no sea algunas piezas del escenario donde se desarrolla nuestra existencia.
Créeme que por ese camino no encontraremos nunca la armonía, la paz espiritual y el equilibrio que tanto necesitamos.
Lo que sí es cierto es que todo cambio interior comienza cuando sobrepasamos lo que consideramos “tolerable”, en nuestra vida. De allí que el nivel de tolerancia sea totalmente diferente entre cada uno de nosotros. Por ello es que lo que para algunos no le provoca el más mínimo estrés, a otros los desequilibra totalmente.
Lo importante es que tú encuentres tu “nivel de tolerancia”, que es lo que en determinado momento te estimulará a actuar para poder vivir mejor y de ese modo mejorar tu calidad de vida.
Mientras no seamos capaces de pasar a la acción, nos dedicaremos simplemente a “sobrevivir”, que en algunas circunstancias no es poca cosa, pero que de ninguna manera puede ser el objetivo final de nuestros desvelos por alcanzar una vida mejor.
Paralelamente a ese esfuerzo por sobrevivir, yo te desafío, a que vayas diseñando un proyecto diferente para tu cotidianidad, basado en tus principios, en tus valores, y en el destino que quieres alcanzar, como consecuencia de lo que es importante para tu armonía interior.
No olvidemos que todos, sin excepción y por distintos caminos, vamos en busca de nuestro bienestar y de nuestra felicidad. Eso convierte a los cambios en una cuestión de autorresponsabilidad personal.
Dr. Walter Dresel
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