La necesidad de llenar cada minuto de nuestra vida es un signo de los tiempos. No soportamos aburrirnos, pero en esos momentos en que aparentemente no hacemos nada, podemos dedicarnos a tareas tan esenciales como la introspección y la creación.
El aburrimiento no es sinónimo de tiempo perdido sino un espacio lleno de posibilidades.
¿Qué significa aburrirse?
Suele decirse que el aburrimiento es el dolor del tiempo, esa tristeza que emerge de nuestra cotidianidad cuando faltan las ocupaciones, los cambios.
El aburrimiento es un estado de ánimo de tonalidad negativa: nos sentimos mal en el instante presente, no porque sea horrible sino porque está vacío, porque nos deja solos con nosotros mismos. Y eso es algo a lo que no estamos acostumbrados.
Nuestra época a perdido por completo el respeto y la escucha del aburrimiento: lo vive como un fracaso, una prueba de que no hemos planificado bien el empleo de nuestro tiempo, o de que nos somos creativos, o de que estamos solos.
Vivimos en una sociedad materialista, para lo bueno es apasionante, cambiante y estimulante; y para lo malo nos dice Christophe André, la sobre estimulación hace que nuestras capacidades mentales se vean afectadas.
Estamos sometidos a continuas sustracciones de nuestra atención: publicidad por todas partes, televisión, interrupciones por teléfono e internet, etc. Hemos perdido totalmente la costumbre y la capacidad de pasar algunos momentos, de vez en cuando durante el día, en lo que no hacemos nada.
No quiere decir que nuestros antepasados no se aburrieran y su vida podía ser monótona.
Sin embargo, hoy nos enfrentamos al problema contrario: nuestra dependencia de los sobre estímulos, que conduce a una intolerancia, a una fobia para algunos del aburrimiento.
Reflexionemos sobre esto.
Los momentos de aburrimiento desempeñan un papel importante en nuestros equilibrios interiores: nos impulsan a la introspección y pueden alimentar en un segundo la creatividad de cada uno.
Para nuestros hijos, sobre estimulados hasta un extremo que nosotros no conocimos a su edad, el aburrimiento es un sufrimiento enorme. Intentamos mantenerlos siempre ocupados, llenamos su tiempo de cursos de música, de actividades deportivas, les permitimos matar el aburrimiento con la tele o el teléfono. Queremos así, desterrar el aburrimiento de sus vidas…y de las nuestras.
Hallarse obligado a no hacer nada no debe vivirse, pues, como un fracaso o una frustración, sino como una ocasión para reflexionar y sentir.
Haz la prueba: cuando esperes a que te recojan o es tu turno en el dentista y se produce un retraso, no lo veas como un tiempo perdido, no te dirijas inmediatamente a tu teléfono para ver tus mensajes.
Más bien dite a ti mismo: esta es una pequeña pausa en este día de locos, una ocasión para no hacer nada, para respirar, sentir mi cuerpo; ¿estás estresado o tranquilo? ¿cuáles son tus expectativas, tus inquietudes, tus esperanzas?
Si tu regla de oro es tener siempre algo que hacer, en vez de transformar los tiempos de inactividad o de espera en aburrimiento, conviértelos en una oportunidad para analizar tranquilamente tu situación.
A veces, esta reflexión, podrá ayudarte a repensar tu modo de vida; te darás cuenta de lo que estás haciendo bien, y de aquello que necesitas cambiar.
De darás cuenta de la cantidad de cosas interesantes que nos rodean, y que ignoramos por falta de atención y de profundidad.
Resumiendo, podemos utilizar los estados de ánimo de aburrimiento para ponernos del lado de la vida y no del lado del relleno de la vida.
El aburrimiento nos puede llevar a pensar que el presente es un peso, un obstáculo en la vida.
Pero también puede ayudarnos a comprender que podemos vivir el presente, aquí y ahora, en lugar de huir de él queriendo hacer algo a toda costa o rellenando nuestro espíritu con información o distracción.
Hagamos del aburrimiento una señal para volvernos hacia el instante presente, para que así, en ese momento, nuestro espíritu pueda descansar y respirar un poco.
Recuerda: El aburrimiento no es sinónimo de tiempo perdido sino un espacio lleno de posibilidades.
Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. Facebook: Lucia Legorreta
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