Publicado por Martha Chapa el 27 de Mayo de 2010 a las 6:18am
Un verdadero volcán, como los del Dr. Atl, aunque más explosiva, fue la vida de la pintora Nahui Olin. Sin duda una de esas mujeres de avanzada que en el siglo pasado escandalizaron a la conservadora sociedad de los años treinta, y no tanto por su obra —aunque en si era un atrevimiento ser pintora—, sino por la turbulencia de sus relaciones amorosas.Hija de un importante general porfirista, desde muy joven, casi niña, mostró una conducta atípica, como salir montada en un brioso caballo de la hacienda de su padre, totalmente desnuda. En el medio artístico conoció a literatos, pintores e intelectuales de la época. Sostuvo un tórrido romance con Gerardo Murillo y posteriormente con Fernando Best, tras un matrimonio forzoso con Manuel Rodríguez Lozano, y después su conflictiva separación, todos ellos figuras destacadas del círculo social posrevolucionario.Se sabe también que fue amante de un español que capitaneaba un trasatlántico, quien al parecer estabilizó sus desbordadas pasiones. Sin embargo, él murió y ella se negó aceptar tal realidad, llegando al borde de la locura.Tuvo una serie de experiencia apasionadas y precisamente en 1934, luego de la muerte de su último amor y luego Nahui optó por la absoluta soledad que, al mismo tiempo, le permitió consagrarse por completo a la escritura perodedicando sólo un poco de tiempo a la pintura. En su obra, literaria y pictórica, la sexualidad aparece casi como obsesión, casi como una ofuscación, lo mismo que la adoración a sí misma y el disfrute de sus amores, siempre polémicos.Los últimos años de su vida los pasó en el centro de la ciudad de México, acompañada tan sólo por sus muchos gatos, con quienes guardaba una gran similitud, pues sus ojos eran felinos. Un tiempo fue maestra de pintura en una escuela primaria y sostenida apenas por una beca que, mes con mes, le daba Bellas Artes. Murió en 1978 en medio de la desolación absoluta, un poco enloquecida viviendo de sus recuerdos.En esto momento en los que nos empeñamos en analizar nuestra historia, y por supuesto a sus hombre y mujeres que la han forjado no podemos olvidarnos de Carmen Mondragón, mejor conocida como Nahui Ollin. Fué una pintora y poetisa mexicana, una mujer teleúrica que nació en la ciudad de México, justo en el seno mismo de una familia poderosa del Porfiriato, a finales del siglo XIX. Era muy pequeña cuando sus padres la enviaron a cursar la educación básica en París, Francia, como se acostumbraba en esa época y especialmente cuando se tenía dinero y poder político. Permanecio en un internado donde también aprendería sobre diversas artes, como la danza clásica, la pintura, la literatura y el teatro. Ese viaje fue clave en su vida pues le brindó la oportunidad de desarrollar sus grandes pasiones artísticas: la pintura y la poesía, amén de que conoció grandes personajes del entorno artístico.Desde pequeña se caracterizó por tener un carácter firme y especialmente conocida por su impulsividad. Todo un volcán en permantente ebulición. Al pasar la adolescencia regresó a la Ciudad de México y se enamoró de un joven cadete, llamado Manuel Rodríguez Lozano. A los veinte años, ávida por conocer otros aspectos de la vida, decidió establecerse en pareja y contraer matrimonio. Sobrevino la lucha revolucionaria y ambos decidieron partir a Europa. Se instalaron primero en París, donde establecieron vínculos con algunos de los personajes más importantes de la escena artística de entonces, entre los que se contaban Pablo Picasso y Diego Rivera.
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Llama la atención su excelente investigación, es muy completa, sólo queda preguntarse el paradero de las pinturas de Nahui Olin y por supuesto que también por las de Gerardo Murillo, escritor sin par y las de Manuel Lozano…
Buenas noches, es un personaje fuera de tiempo, lleno de figuras de la epoca,
pero, hay mas de su historia, serias tan amable, en algun momento ampliarla,
pues tuvo un final terrible.
Carpe diem.
Comentarios
pero, hay mas de su historia, serias tan amable, en algun momento ampliarla,
pues tuvo un final terrible.
Carpe diem.