Estás decidido a cambiar, esta vez no hay dudas. Sabes perfectamente esos “detalles” de tu personalidad que no te agradan y te has planteado ya muchas veces que necesitas dar un giro de 360° a esa situación que te incomoda.
Pero, cuando estás por emprender la transformación, tres mil pensamientos se presentan de golpe, boicoteando tu intención: ¿y si no puedo?, ¿si lo hago por unos días y luego me fastidio?, ¿y si invierto y después lo pierdo todo?
Tal vez pienses que el esfuerzo es grande, que el riesgo está ahí, amenazando tus ganas de triunfar, que nunca has tenido tanta fuerza de voluntad como para lograrlo, que han existido muchas personas que fracasan en el intento…y muchas “razones” más, que te regresan a tu antiguo hábito, estilo de vida o conducta que te molesta.
La resistencia al cambio es algo natural porque cuando observas ante ti una situación desconocida, tu mente y tu cuerpo perciben el peligro y tratan de protegerse. La mente te pone trampas al enviar todas esas preguntas que te hacen dudar de que tu decisión sea la mejor; te pide que ignores tus capacidades para regresar a la “zona de confort” aunque eso implique traer “una piedra en el zapato”.
¿Cómo combatir esos miedos que se apoderan de ti? Con análisis y objetividad. ¿Qué es lo peor que podría ocurrir?
Te invito a dibujar una “T” en una hoja blanca. El lado izquierdo se destinará a escribir todos los beneficios que ese cambio deseado podría traer a tu vida; mientras que, del lado derecho deberás anotar todas las desventajas de esa transformación. Compara los dos listados y si tienes más razones para sí actuar que para no hacerlo, entonces continúa con el ejercicio 2, que consiste en escribir todo lo que tienes en ti, que garantizaría el éxito de esta nueva forma de actuar o de resolver las cosas. Inicia con tus conocimientos: ¿qué conocimientos tienes en esta etapa de tu vida, que contribuirían a que tu idea sea fructífera?; después analiza tus habilidades: ¿qué se te facilita hacer?, ¿para qué cosas consideras que eres hábil? ¿cuáles de esas habilidades pondrías en práctica para este nuevo proyecto?; ahora piensa en tus actitudes y anótalas: ¿qué actitudes te caracterizan y que pudieran ayudar a que el cambio sea más sencillo? Finalmente, recuerda tu potencial; esas aptitudes que tienes para hacer cosas que te apasionan y que probablemente no has desarrollado, pero que te entusiasman y que podrían ser los impulsores cuando te encuentres con algún obstáculo.
Si en esta revisión confirmas que tu idea no es descabellada, que tienes mucho de lo que se requiere para lograr el objetivo, entonces…¡manos a la obra! Y cuando te encuentres con las trampas de tu mente, corre a buscar lo que escribiste y repítelo una y otra vez, para enviar el mensaje a tu cerebro de que ha llegado el momento de cambiar tus paradigmas. ¡Suerte!
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