En política, como suele decirse, todo se vale, bueno casi todo y se pueden utilizar las armas que la imaginación pone a nuestro alcance, desde la confrontación o el infundio hasta el espionaje, la manipulación electrónica en las redes sociales.
Los políticos a todo han recurrido a través de los tiempos para alcanzar y mantener el poder. Las mujeres, en cambio, al haber sido marginadas del desarrollo por siglos pocas veces fueron en el pasado las protagonistas principales de la política y tuvieron que conformarse con jugar un papel secundario o actuar “tras el trono", pero siempre girando alrededor de una figura masculina. Claro está que este esquema ha variado en algunos casos, ya se trate de una Cleopatra o en nuestros días de la Reina Isabel I, Indira Gandhi, Golda Meir, Margaret Tatcher, Angela Merker y muchas otras que han llegado a dirigir sus respectivas naciones.
No obstante, de alguna u otra forma la compañera del jefe de estado de un país determinado siempre desempeña un papel preponderante en el desarrollo de los asuntos públicos. Esto lo contemplamos actualmente con la dinámica e inteligente, pero infortunada, Hillary Clinton, quien después de haber actuado durante meses como una roca, con seguridad y dignidad, se desmoronó su salud cuando empezó a cobrar importancia por sí misma, como probable candidata demócrata a los máximos cargos.
Lo cierto es que las relaciones pasionales establecen una complicadísima red en el inconsciente del ser humano, que a veces se manifiesta contra la voluntad y el deseo de la persona. Éste es el caso del despecho utilizado como arma política, circunstancia que se ha presentado en distintas latitudes, llámense Argentina, con la ex esposa de Menem; en Perú, la ex esposa de Fujimori, y en México, con diversas “primeras damas”. Debo aclarar que, independientemente de mis simpatías personales, considero una enorme injusticia que la vida personal y familiar de un personaje público se aproveche para lucrar políticamente, y que se intente descalificarlo o poner en entredicho la autoridad.
Así son los resentimientos. Así es la política, enrarecida por los despechos de una mujer o en otros casos por el resentimiento y la falta de oficio político de jóvenes que si bien son preparados e inteligentes, llegan prematuramente al ejercicio del poder, sin mayor conocimiento de la realidad nacional que el aprendido en universidades extranjeras; de aprendices de político que resuelven "genialmente" los problemas en el papel, con soluciones que nada tienen que ver con un pueblo agobiado, desesperado, al que poco le importa la macroeconomía y que necesita acceder a mejores niveles de vida. Un pueblo que no quiere estadísticas sino comida.
El papel femenino pues en la política prevalece si pero tendrá que elevarse, ennoblecerse y ser cada vez más ejemplar. Tiene que brillar con luz propia, como es el caso de Ifigenia Martínez o de Rosario Robles (miren fue sabia, supo esperar y fíjense donde está), y al igual de Rosario Green, y hoy también Patricia Mercado entre otras que ejercen su propia vocación con eficiencia. No importa el partido en que militen o militaban: lo importante y trascendente es que enaltezcan la participación de la mujer en la vida pública, que sirvan con honestidad y pasión, más allá de ideologías o siglas partidistas tantas veces mezquinas y perversas con sus cuadros.
Eso esperamos las mujeres. No lágrimas tardías, resentimientos y frustraciones personales. Las mujeres, debemos ser una esperanza real para dignificar la política nacional y sacar adelante a México.
http://www.marthachapa.net/enlachachapa@prodigy.net.mxTwitter: @martha_chapaFacebook: Martha Chapa Benavides
Comentarios