LAS MUJERES Y LA PAZ

Participé hace apenas unas semanas en una mesa redonda sobre la mujer en la sociedad moderna como defensora de la paz.Tuve, además, el gusto de compartir esta experiencia con amigas a las que admiro y respeto. No me quedó duda de que todas las presentes en esa reunión tienen la costumbre de imprimir pasión y talento a su quehacer cotidiano. Y, por supuesto, suman a su arduo trabajo otras muchas acciones y responsabilidades en el plano de la cultura, la economía o la política, además de ser parte medular de la sociedad y la vida familiar, como resultado de una participación armónica, inteligente, de fuerza y refinamiento espiritual.Por todas esas razones me sentí identificada con sus propósitos, pues a fin de cuentas la tarea del artista es colaborar para el engrandecimiento de su entorno, su nación e incluso de la humanidad entera, que hoy contempla el futuro con angustia, pero sin perder la esperanza.Si las mujeres hemos anhelado desde antaño conseguir la igualdad es porque sabíamos que con ella podríamos compartir el mundo en paz, pues nuestros atributos, con perdón de Melchor Ocampo, son la perspicacia y la ternura, pero también la inteligencia, la firmeza, la honestidad y la entrega. Por ello, repudiamos la guerra, que es un recurso de la fuerza y no de la razón, quizá un pretexto para mantener el predominio masculino.La mayoría de las mujeres promovemos la paz. Y me refiero tanto a la paz interna como a la exterior, la global. Por eso, nos oponemos rotundamente a las guerras que entre distintas regiones o naciones, o dentro de un mismo país, causan estragos cada vez mayores en las vidas de millones de civiles atrapados en esos conflictos, y de los propios hombres –y, por desgracia, también mujeres– que son lanzados a las confrontaciones bélicas. Incluyo aquí los enfrentamientos étnicos que, por desgracia, han tenido un alarmante aumento en los últimos años, con un saldo de cientos de miles de civiles inocentes afectados.En el foro al que me referí antes expresé que igualmente hay una especie de guerra en México, sobre todo en cuanto a la violencia contra las mujeres. Baste citar las escandalosas estadísticas en la materia, pues, por lo que toca al Distrito Federal, de enero a septiembre 2009 se presentaron más de 2 000 denuncias en ese campo, cuando en el mismo periodo de 2008 habían sido 553. Y lo que es más aterrador: un enorme porcentaje de ese tipo de delitos se comete en las propias casas de las víctimas.La estadística es abrumadora, pues de un año a otro creció 88 por ciento. En otras palabras, las mujeres en el Distrito Federal padecemos cada día más abusos y hostigamientos –como si viviéramos en una guerra continua–, que van de agresiones en el transporte público, hasta violaciones o estupro.Se trata de una problemática que requiere una respuesta inmediata de las autoridades capitalinas, pero lo cierto es que nos compete a todos buscarle solución, especialmente a comunicadores, maestros y padres de familia.Claro que la ciudad de México no es el único lugar peligroso para las mujeres. Qué decir de lo que ocurre en Ciudad Juárez, donde violencia y muerte son la constante desde hace largos años, en particular para las mujeres.Al hacer el recuento de estos graves conflictos, me pregunto: ¿qué está sucediendo?, ¿por qué el aumento de tantos delitos? Para tratar de contestar, diría de entrada que considero que son diversas las causas y que algunas provienen de muchos años atrás, y que perviven junto a otras que responden a fenómenos sociales más recientes y que se han venido acentuando en los últimos años.Por una parte, el proverbial machismo mexicano sigue cobrando víctimas, con su demente concepción de que la mujer es un mero objeto sexual, inferior y, en alguna medida, despreciable.A la vez, bien sabemos de la deficiente educación sexual que tenemos, pues todavía hace unos cuantos años hablar del tema, por ejemplo, en los libros de texto gratuito, era todo un tabú y llegó a generar intensas polémicas. El panorama se complica si a esto le sumamos los contenidos violentos en la televisión y, en general, en los medios de comunicación –sean electrónicos o impresos–, cada vez más recurrentes y crueles, que aportan buenas dosis de crimen y terror al inconsciente colectivo. Pero no queda atrás el hecho de la pauperización de los valores humanos dentro de una sociedad con crisis política, económica, social y cultural. Ya no creemos en nada ni en nadie, menos aún en el combate contra la corrupción y la impunidad pública.En ese contexto, las soluciones posibles abarcan muchos campos de la vida nacional. Entre otras, deberían considerarse las siguientes:• Mayor eficiencia de los cuerpos de seguridad pública• Erradicación de la corrupción y la impunidad en los ministerios públicos y juzgados• Mejor educación e incremento de las campañas sociales de concientización• Más contenidos educativos y culturales• Reformas legislativas para dar sanciones más duras a los violadores y agresores sexuales• Fomento al deporteUrge, pues, definir y poner en marcha una serie de estrategias con una perspectiva integral que conduzca a revertir sin demora estos índices delictivos.La paz, entonces, viene siendo un fruto que debemos y podemos cosechar todos y todas, cada cual en su propio ámbito. Queda muy claro que la participación ciudadana, en este sentido, no se limita ya a decidir por quién votar, sino que debe provenir de una consciencia y un compromiso que vayan aparejados de una exigencia social y política a las autoridades que tienen la obligación de procurar la seguridad de los ciudadanos.Con esas ideas en mente, ofrendé mis Manzanas por la Paz a un mundo que se rebela frente a la locura de unos cuantos gobernantes que manipulan el destino del hombre, poniendo en riesgo su propia existencia. Es decir, me manifesté contra la guerra como tributo a una economía globalizadora y neoliberal, la guerra como apoderamiento de los recursos energéticos, la guerra como aspiración de negocios armamentistas y de trasnacionales bélicas, que en conjunto constituyen el ejemplo más patético del absurdo camino que una minoría pretende imponer en su empecinamiento autodestructivo, en su demencial carrera hacia el suicidio colectivo.Por suerte, somos muchos los hombres y mujeres convencidos de que la presencia de la humanidad en el planeta puede y debe tener otro sentido, el cual sólo podrá desarrollarse en el marco de la fraternidad, el respeto y la concordia.Hagamos, pues, que nuestras obras y nuestro compromiso constituyan un grito libertario en contra de la conflagración del mundo y a favor de una paz justa y solidaria.Guerra no, paz por siempre.Las mujeres amamos la luz, no las tinieblas.
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Comentarios

  • lamentablemente desde pequeñas se nos enseña a querer y servir a los demas, antes que a nosotras mismas que hacen nuestros padres si eres pequeño y tienes un juguete "prestaselo, ella o el es mas pequeño que tu y tu ya jugaste con el", de ahi que no ven si queremos o no prestarlo,no nos enseñan a defender nuestros lo nuestro ..."por eso es que tengo que y no necesito que"
  • ADMIRADA Y GUAPÍSIMA SRA. MARTHA CHAPA:
    MUCHAS GRACIAS POR SU APORTACIÓN A LA PAZ UNIVERSAL.
    QUE DIOS SIGA USANDO SU VOZ, SU ARTE Y SU VOLUNTAD PARA EMBELLECER E ILUMINAR LA VIDA. UN GRAN ABRAZO: *GENA.
  • Excelente punto de vista sobre las mujeres y la paz, gracias por compartirnos a mi esposa le agrado mucho tu comentario realmente es extrordinario saber el rol de la mujer en esta situacion saludos
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