Los seres humanos tenemos una enorme facilidad para lastimar a nuestros semejantes, tanto que con frecuencia confundimos y aprovechamos la oportunidad de hacer bromas para herir a quienes nos rodean, incluso, podemos decir que esta facilidad se ha venido convirtiendo en un mal hábito, pues en ocasiones no nos percatamos cuando decimos o hacemos las cosas en contra de los demás. ¡Esto es algo en lo que debemos de reflexionar constantemente, si queremos mejorar nuestras relaciones interpersonales con quienes nos rodean.
Al respecto, un hombre sabio dijo en cierta ocasión: "De la misma manera y con la misma intensidad con la que el hombre sabe alabar, sabe lastimar a los demás". Una frase para reflexionar.
Una vez leí una historia que narraba la actitud de un padre cariñoso hacia su hijo, el cual, era muy afecto a las bromas pesadas con sus amigos, además de que era un joven que tenía muy mal carácter. Dicha historia encierra una lección de vida por lo que me permitiré reproducirla en provecho de todos nuestros amigos y lectores.
"Cierto día después de que aquel hijo había llegado de la escuela manifestando abiertamente su mal carácter, su padre le habló cariñosamente y le dijo:
- ¡Toma hijo mío, guarda esta bolsa con clavos y este martillo, y cada vez que sientas que pierdes la calma, ve a la cerca de atrás de la casa y clava un clavo en ella.
¡El primer y el segundo día el joven clavó 37 clavos en la cerca, y cada día que pasaba, clavaba otros tantos. ¡Aquello le parecía algo realmente muy divertido! Sin embargo, con el paso de los días, poco a poco, fue calmándose porque descubrió que era muchísimo más fácil controlar su carácter que clavar los clavos en la cerca.
Finalmente, llegó el día en que el muchacho se sintió tranquilo, ese día no perdió la calma para nada y dejó de clavar en la cerca. Esperó a su padre para contarle que ese día la cerca se había salvado; así se lo dijo en tono de broma a su padre:
- ¡Muy bien hijo mío, te felicito, has hecho lo correcto! Ahora, hijo mío, te sugiero que por cada día que controles tu carácter, vayas a la cerca y saques un clavo de ella y luego me dices cómo te sientes.
Pasaron varias semanas y el joven pudo, finalmente, decirle a su padre que ya había sacado todos los clavos de la cerca. Entonces el papá llevó de la mano a su hijo hasta la misma y le dijo:
- ¡Mira hijo, has hecho bien...!, pero fíjate en todos los agujeros que quedaron en la cerca... ya nunca será la misma de antes. De la misma manera, cuando dices o haces cosas con fuerza y enojo, dejas una cicatriz en las personas, así como estos agujeros en la cerca, es como meterle un cuchillo a alguien, y aunque lo vuelvas a sacar, la herida ya quedó hecha; y no importa cuantas veces pidas disculpas, la herida está ahí... ¡Una herida física es igual de grave que una herida verbal! Recuerda hijo que hay un milagro llamado amistad que se abriga en el corazón de todos los humanos, no sabes cómo ocurre o cómo es que comienza, pero sabes que es algo especial, que te levanta y es cuando te das cuenta que la amistad es el regalo más preciado de Dios. Los amigos son una joya muy rara. Ellos te hacen sonreír y te animan a que tengas éxito en lo que deseas, saben escucharte, comparten sus palabras de aprecio y ellos siempre quieren abrir su corazón hacia nosotros. Muestra a tus amigos lo mucho que los quieres... demuéstrales a tus amigos cuánto los amas y lo que significan para ti".
Bonita y aleccionadora historia, ¿verdad? Debemos a prender a amar a las personas en lugar de lastimarlas, pues las heridas del cuerpo pueden curarse a pesar de que quedan marcas que las recuerdan para siempre, sin embargo, las heridas del alma no cierran nunca jamás.
Doctor Jorge R. Meléndrez Quezasa
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