Lic. Vanessa Olivas

                                                                                  Psicoterapeuta

                                                                                  ICHMUJER

Cuando hablamos de violencia hacia la mujer, el primer pensamiento que tenemos son  los golpes. Sin embargo, esta no es la única forma de ejercer violencia hacia nosotras, ya que también existen la psicológica, económica, patrimonial, sexual y otros tipos.

Y precisamente en referencia a “otros tipos”, quiero dedicar este espacio. Es importante concientizarnos sobre diversas problemáticas que podemos estar viviendo pero que no nos atrevemos a pedir ayuda por considerarlas normales y que todas las personas estamos expuestas.

De acuerdo a mi trabajo diario en la institución que represento, puedo compartirles que de enero a julio del presente año el 32 por ciento de cuatro mil 795 usuarias que han acudido a recibir atención psicológica, es por duelo o pérdidas, a partir de la violencia social y esto mismo es derivado de la ansiedad, angustia y/o depresión, que no existían antes, generando el Síndrome de Estrés Postraumático.

Este síndrome se presenta después de la exposición a un agente estresante particularmente severo como puede ser: abuso, violencia doméstica, guerra, violencia en la comunidad, por mencionar algunos.

Al ser testigo de un hecho que provoque la muerte de alguna persona o experimentar la muerte de un ser querido por violencia, también cuando se está involucrado en situaciones que conlleven lesiones o amenazas que ponen en riesgo la integridad física de uno mismo o de algún ser querido, incluso enterarse sobre el caso de otra persona ajena, sean vecinos, conocidos de conocidos. La exposición a esto forma parte de los criterios por los cuales se pudiera considerar el diagnóstico de este síndrome.

Las reacciones pueden incluir miedo intenso, horror, indefensión, comportamiento agitado y/o desorganizado. Pueden presentarse recuerdos repetitivos del suceso intrusivos y/o angustiosos, terrores nocturnos o pesadillas frecuentes relacionadas con el incidente, cambio en el estado de ánimo, angustia intensa al ser expuesta a estímulos que recuerden aspectos del evento traumático, de lo cual se deriva una reacción fisiológica ante tales estímulos.

Este conjunto de acontecimientos provocan aislamiento en quien los padece, de tal forma que las redes de apoyo son indispensables para descansar y mejorar el estado emocional. Sin embargo, la falta de accesibilidad de algunas de las personas que la componen puede afectar de manera significativa la problemática.

Por ejemplo: cuando los adultos mayores que forman parte de las redes de apoyo no pueden trasladarse a la ubicación de quien los requiere. De igual forma, la libertad de trasladarse de la persona con el síndrome se ve perturbada derivada de sus miedos y angustias, consecuencia de la experiencia del evento traumático.

Es común que las personas adultas minimicen la experiencia del evento traumático, tratando de proteger que los más pequeños no se den cuenta de que éste les ha afectado fuertemente. Por ello, es importante reconocer que es algo que se sale de sus manos y acercarse a recibir apoyo profesional.

Finalmente, sabemos que si alguna persona está herida no puede ayudar a otras a curar sus heridas sin que las propias estén sanadas, porque corremos el riesgo de que éstas se agranden.

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