Freud reconoció públicamente en 1925 lo siguiente: “Sabemos mucho menos de la vida sexual de la niña que de la del niño… La vida sexual de la mujer es todavía una continente negro”. Freud reveló con esta afirmación su temor a la mujer bien disimulado con una teoría que la mantenía dominada. Tomando en cuenta la incesante y fantasiosa visión masculina acerca de nuestra sexualidad es necesario que hablemos con libertad de la masturbación femenina, de nuestras necesidades sexuales, preferencias, de lo importante que es el preámbulo amoroso y que los hombres sean tiernos después del coito. No somos máquinas y no podemos pasar de las noticias deportivas televisivas a un acto sexual demasiado breve para nuestro gusto. Esta es una queja frecuente de mis pacientes mujeres.
En los últimos tiempos se ha reivindicado el orgasmo clitoridiano, que algunos sexólogos consideraban menos genuino que el vaginal, y se debe quitar al clítoris el calificativo de “remedo de pene” que lo ha definido como nuestra parte masculina, razón para que en muchos países africanos fundamentalistas se lo extirpen a las niñas. Una manera brutal de controlarlas y de impedirles gozar su sexualidad.
A partir del siglo XIX la medicina desplazó a la religión como principal fuerza en la reglamentación de la sexualidad, termino que se acuñó por primera vez en ese siglo, y quedó ligado al conocimiento de los mecanismos biológicos de la reproducción y a las variantes individuales y sociales del comportamiento. De inmediato surgió la necesidad de articular un sistema de normas y reglas, algunas tradicionales, otras modernas, apoyadas en instituciones jurídicas, pedagógicas, y médicas, para hacer un esquema de pensamiento que la convirtiera en una constante. La moral victoriana encerró la sexualidad, la familia conyugal la confiscó y la medicina en general, muy particularmente la psiquiatría, contribuyó a construir su definición de “normalidad”.
Sabemos que el concepto de instinto sexual se derivó de prácticas y fantasías primordialmente masculinas y en los últimos tiempos se han dado tantas opiniones, muchas de ellas contradictorias, que en vez de ayudarnos a encontrar el placer nos han cargado de nuevos mandatos. Muchas mujeres creen que para ser “normales” aceptables y modernas deben comportarse de acuerdo a los dictámenes de los expertos.
El tema se liberó con dificultad de la censura, porque la libertad sexual femenina siempre ha producido miedo. La nueva política sexual surgida a partir de la aparición de la píldora anticonceptiva en 1960, actualmente millones de mujeres la usan, desestabilizó el carácter fijo de los atributos masculinos y femeninos, y liberó al sexo-procreación para reivindicar el sexo-placer. Queda claro que se pueden tener relaciones sexuales sin embarazarse. En enero de 2004, la prensa empezó a hablar de la píldora del “día siguiente”. El anticonceptivo de emergencia impide la liberación del óvulo y su implantación en el endometrio y es efectivo en un 98% de casos. La Secretaría de Salud la aceptó en su lista de medicamentos. Es de enorme utilidad en los casos de violación, en 75 países el método ha dado excelentes resultados. No afecta el embarazo cuando ya existe, por lo tanto no es abortiva, pero las respuestas negativas de las iglesias y los grupos conservadores de derecha no se hicieron esperar. Como tiene una dosis de hormonas más alta que las de los anticonceptivos su uso puede provocar molestias menores. Las autoridades de salud aclararon que evita el embarazo pero no las enfermedades sexualmente transmisibles.
Cuestionar creencias que se han dado por ciertas, inquieta a quienes se sienten amenazados por los cambios. Alain Finkielkraut y Pascual Bruckner[1] revelaron la variada y riquísima sexualidad femenina y la posibilidad multiorgásmica de la mujer. Los hombres han hablado mucho de nuestra frigidez pero ahora sabemos que es su impotencia la que los obsesiona.
La sexualidad femenina no debe ser más una construcción masculina. Hablar con nuestras parejas es lo más aconsejable. Resulta anacrónico que sigamos pagando el precio de nuestra libertad sexual.
Dra. Patricia Rodríguez Saravia
Comentarios
" El nuevo desorden amoroso"
Buen Día, en cuanto haya oportunidad me proporciona la referencia de la cita. Gracias. De antemano.
Gracias a ti por darme a conocer tu opinión.
Muy interesante, gracias.