Según especialistas del Fondo Monetario Internacional (FMI), la pandemia ha puesto en juego los avances en la reducción de la brecha de género en los temas económicos. Del mismo modo el Banco de Desarrollo para América Latina (CAF), ha resaltado que para las mujeres hay mayor vulnerabilidad para continuar generando ingresos, específicamente de sectores de bajos ingresos.
Entre las diversas recomendaciones que realizan los organismos como los mencionados previamente, se sugiere que los diferentes actores de los países formulen políticas públicas y programas orientados a atender los sectores donde se desarrollan productivamente las mujeres y que hay prevalencia en el sector informal. Sectores que al mismo tiempo están en la primera línea de atención de la contingencia sanitaria y económica, como el comercio al por menor, alimentos, salud y trabajo doméstico y trabajo de cuidados remunerado.
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) por su parte ha señalado que “las mujeres tienen una representación desproporcionada en el sector informal”. Los indicadores que se reportan respecto a la participación de la mujer en el empleo formal respecto al empleo total arrojan que en Asia meridional esta participación es del 95%, en África Subsahariana es de 89% y en América Latina y el Caribe de 59%.
Al ser parte de la economía informal, se carece de acceso a servicios de salud, a prestaciones para su retiro, apoyo con cobertura salarial en caso de incapacidad, entre otros derechos que conforme a las leyes laborales se deben hacer valer.
De ahí la importancia de articular programas que por un lado apoyen el desarrollo del talento de las mujeres y su participación en el sector formal de la economía; promover el autoempleo y la autonomía económica es una de las líneas de acción. A través del fomento del microemprendimiento y la puesta en marcha de ideas de negocio estructurados a partir de la formación de capacidades gerenciales y empresariales.
Por otro lado, y para promover los beneficios que en materia de seguridad y protección se tiene al ser parte del sector formal, es fundamental promover la inclusión financiera en todas sus dimensiones, acceso, uso, calidad y su impacto en la salud financiera.
Se sabe que mientras mayor sea el acceso, en este caso de las mujeres, a los productos y servicios financieros, los impactos sobre los presupuestos familiares y de sus negocios serán positivos; dado que tener a su alcance más sucursales bancarias por ejemplo; más corresponsalías, cajeros electrónicos, opciones de cuentas de ahorro, etcétera; fomentará su uso si adicionalmente se les educa financieramente y se les brinda orientación sobre los medios digitales que existen para administrar adecuadamente sus ingresos, gastos y ahorros en el corto, mediano y largo plazos.
Dar estos pasos en materia de igualdad económica de género, ayudará a fortalecer los esfuerzos que se han hecho hasta ahora; hoy más que nunca se debe apoyar a las mujeres en situación de vulnerabilidad por cuestiones de ingresos y de salud.
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