"Orare et labora" (Rezar y trabajar) fue uno de los mandatos originales de San Benito de Nursia, fundador de la Orden Benedictina, y sigue siendo una parte integral de la espiritualidad benedictina hoy en día. Sin embargo, aunque este mandato está asociado principalmente con la tradición cristiana, la oración como herramienta espiritual tiene relevancia mucho más allá del contexto religioso.
La oración puede servir como una forma de COMUNICACIÓN PERSONAL CON DIOS O UNA FUENTE SUPERIOR, pero también puede ser utilizada simplemente como un medio para alcanzar un estado de contemplación y autoconciencia. Incluso para aquellos que no están seguros de qué creen, la oración puede brindar un camino hacia una mayor claridad y armonía interior.
El poder de la oración radica en su capacidad para permitirnos establecer un vínculo con un mundo más grande que nosotros. Por tanto, sirve como un puente entre nuestra naturaleza humana limitada y nuestra búsqueda de significado y propósito. De esta manera, la oración puede ayudarnos a reconocer y honrar nuestra naturaleza mortal y temporal mientras abrazamos nuestra participación en un plan divino más amplio.
Además de esto, la oración puede ofrecer UNA FUERZA RENOVADORA para la vida interior y exterior. Al incorporar la oración en nuestro día a día, podemos recibir fortaleza y consuelo en momentos de dolor, tristeza y ansiedad. También puede inspirarnos a vivir una vida más virtuosa y justa, guiándonos hacia elecciones morales más coherentes y verdaderas.
Sin embargo, para aprovechar completamente la oración como herramienta espiritual, es crucial adoptar una postura receptiva y abierta. No debemos tratar de forzar ningún resultado específico ni esperar alguna revelación magistral. Más bien, debemos dejar que nuestro corazón encuentre su camino hacia la luz y la verdad interior.
De hecho, la oración no es sólo una actividad mental sino también física y corporal. Las palabras pueden ser importantes, pero no menos valiosas son las acciones que expresan nuestra GRATITUD Y ALEGRÍA. Así, la oración se vuelve una forma totalizante de la que emerge un yo más completo, auténtico y armonioso.
Esperanza y fe también son elementos claves en la oración espiritual. Si renunciamos a la expectativa de logro material tangible, podemos alcanzar un estado mental más libre y menos apegado a resultados específicos. Esto nos permite explorar territorios más profundos de nuestra alma y encontrar verdades universales inherentes a toda criatura humana.
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