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Hoy te compartiré la historia de una mujer que encarnó y siempre tuvo prisa.

Desde que era una bebé, manifestó un enorme interés por crecer lo más pronto que se pudiera y llegar a ser lo que en aquel entonces ella consideraba una “niña grande” que se amarraba sola los zapatitos.

Muy pronto abandonó esa etapa de la vida y en un suspiro ya era una niña de esas que son muy independientes.

Una vez que logró serlo, quiso acelerar todavía un poco más y metió el pedal a fondo para terminar los estudios básicos y ser pronto una “jovencita”.

Pero eso no fue suficiente, pues ella tenía mucha prisa para llegar lo más rápido posible a la siguiente etapa y entonces, en un abrir y cerrar de ojos, se convirtió en toda una “señorita” que iba a la universidad.

Y en su nueva situación tampoco se sintió a gusto y se esforzó muchísimo para poder llegar a ser, lo más pronto, una señora. Y se buscó un marido, un trabajo, una hipoteca, tuvo dos hijos y siguió con celeridad increíble su paso por la vida hasta que un día ya era lo que se conoce como una “señora madura”.

Pero ella no se iba a conformar con eso, de manera que siguió su carrera vertiginosa y casi sin respirar logró convertirse en una anciana “Bravo!!!“ Se dijo “qué rápido he llegado hasta aquí. Ahora sí puedo, con toda calma, dedicarme a vivir mi vida”. Y quiso comenzar a hacer planes: dedicarse a la jardinería y ver sus plantas crecer… quizás aprender a pintar al óleo… cocinar postres laboriosos, de ésos que toman mucho tiempo en su preparación…

No obstante, ella no contaba con que, acostumbrado a la velocidad, su cuerpo no resistió la nueva calma y esta mujer murió casi tan aprisa como había vivido, de un infarto fulminante.

Y con este breve relato trato de decir dos cosas. Una es muy obvia: vivir con prisa, sin detenernos a disfrutar de cada etapa, es casi tanto como no vivir.

Si hoy te puedes dar cuenta de que es hora de soltar el acelerador y comenzar a pisar un poquito el freno, no lo dudes porque no hay forma más alta de auto traición que tener consciencia de algo y fingir que no la tienes.

Pero si, por alguna razón, ese entendimiento llega cuando ya parece tarde, no olvides que siempre lo podrás volver a intentar. Y ésta es la segunda cosa, al final lo que cuenta es haber venido. Y saber que tenemos cientos, miles de oportunidades para aprender a vivir encarnando una y otra y otra vez. No importa si en ésta te has equivocado, porque a eso justamente hemos venido todos. A aprender.

Que hermosas y suaves bendiciones de paz, clama y serenidad lleguen a ti y se instalen en tu corazón. Así sea!!!

@AuroraDelVillar