LA MUERTE DE CLAROIS O´BORMAN

LAS AVENTURAS DEL INFATIGABLE CLAROIS O´BORMANLA MUERTE DE CLAROIS O´BORMANAVENTURA No. 81COLECCIÓN COMIC-PRINTED 2010EDITORIAL 2:34 DEC-LDERECHOS RESERVADOSLA MUERTE DE CLAROIS O´BORMANPor. Macbeth Arcángel Laguna MendozaClementina Mendoza CarrilloRoberto Laguna LunaLucero Jazmín García MendozaClarois O´borman, le decíamos de cariño quienes llegamos a conocerlo, era su apodo elegante, y en verdad lo llamé así, tantas veces y por tantos años, que olvidé su nombre, hasta que alguien me recordó que se llamaba: Massiosare Chico Grande. Y, por supuesto, que el nombre le sienta de maravilla, pues, además de ser un gran patriota, por lo de más si osare y chico de estatura, el espíritu lo tiene grande.O´borman vende periódicos por las mañanas en la Central Camionera del Norte. Es un tipo con chispa, bastante hablantín, pero solitario y predecible, esto lo digo porque siempre termina su alocución con un infaltable: ¡Claro! ¡A huevo! De donde se desprende el curioso apodo que lo lanzó a la fama: (Claro-Clarois, hueVO-o´BOr, man-hombre). El hombre es bajito, acaso alcanza el 1.65 m. de estatura, de tez morena y ojos pequeñitos color miel. Algo, en lo junto de sus ojos, invita a no tomarlo muy en serio. Aunque, no me malentiendas, O´borman es un verdadero líder y en extremo disciplinado, tanto que, al salir de su trabajo, invariablemente se dirige al gimnasio: “EL HERCULITO” Ahí lo puedes encontrar de lunes a domingo, de 18 a 20 hrs. Nunca falta a su acondicionamiento físico, como tampoco falta a sus largos baños de vapor o a sus nutritivos jugos de naranja con zanahoria, betabel y un toquecito de limón. Son esos jugos que, en el argot de las fuentes de soda, llaman vampiros. Clarois O´borman tiene un Ford mustang, mach one, modelo 71, color blanco brillante con franjas rojas en los costados, motor de ocho cilindros en V y vestidura de piel color rojo fuego, el cual ha mandado reparar con mi cuñado Desiderio, unas 60 o + veces, y jamás ha escatimado recursos para dejarlo como nuevito, sí, él y su carro lucen de campeonato, creo que no podría imaginar a O´borman sin un auto como ese mustango.Recuerdo el día que conocí a O´borman, aunque, hago la aclaración que, si omito algún detalle, es por causa de lo ebrio que me encontraba en aquella noche tan singular. Según yo, era de madrugada cuando salí de la cantina: “El Melocotón Tontón” donde, como acostumbro, tomé cuantos tragos pude pagar con la tarjeta de crédito, charlando con los amigos y sin importarme de las horas que invertí para robustecer mi desdichado ánimo. “El Melocotón Tontón” es el sabio reducto donde disfruto de la compañía de los buenos amigos. Es el ateneo, sin par, donde los adoloridos del alma, como yo, podemos concentrarnos en pláticas maduras, libres de disfraces, reflexionando, dando forma, comprendiendo las máximas que aprendemos con dolor durante nuestras fugaces existencias.¡Ba! Para que me esfuerzo, si es un cuento para niños, ¡en fin!, durante el breve recorrido nocturno que emprendí por los vericuetos oscuros de la colonia, me iba quejando de las muchas cosas que ocurrían en mi vida, tantas, tan relevantes y tormentosas que, por las noches, me hacen perder el sueño. De pronto, el Charrasqueado y el Petardo me cerraron el paso. Los pillos, con sendos cuchillotes, me exigían entregara la billetera. El miedo que su apariencia me produjo, me congeló, lo que ellos aprovecharon para servirse a manos llenas con mis pertenencias. La cadena, mancuernillas, el reloj y la billetera, rápidamente pasaron a sus manos. Los zapatos, pantalones, la camisa y la gabardina, me quitaron después. Algunos golpes evitaron que gritara y me echara a correr. El Charrasqueado, acostumbrado a vivir en la violencia, dijo al Petardo:- Yaaa… échatelo, pa´ que no hable el puñalón.El Charrasqueado, con el ceño fruncido, estaba por darse gusto y despacharme a mejor vida cuando de un mustang, mach one, modelo 71, color blanco brillante con franjas rojas en los costados, descendió un hombrecito enfundado en un ridículo traje de bailarín. Clarois O´borman, en tono enérgico, exigía a los delincuentes me soltaran y devolvieran mis pertenencias. Los tres, al verlo, reímos.Clarois O´borman, sin desanimarse, de tres patadas y ciento tres golpes los redujo a un total estado de indefensión, los desarmó, les amarró las manos y así, sin más, los entregó en manos de la policía.- ¡Pobres delincuentes! La verdad, no le supieron ni a melón.Tultepec, Edo. de México. El 24 de febrero, como acostumbro, salí de casa, a las 5 de la mañana, para ir al trabajo. De Santa Rita caminé al centro de Tultepec donde abordé el camión a la estación del metro Politécnico. Al bajar de la unidad caminé entre los puestos donde se merca todo tipo de fritangas: tacos, gorditas y quesadillas, los jugos y licuados con frutas de la estación, y por supuesto los puestos de películas y discos pirata. Los pasillos que conducen a la estación del metro, como todas las mañanas se encontraban abarrotadas por hambrientos comensales, clientes de todo tipo de chácharas y alumnos de bachilleres, el paso se alentó. Para no desesperar por el creciente retraso con que llegaría a mi hora de entrada, decidí estirar el cuello y aguzar la vista para leer los encabezados de los diferentes periódicos. Lo que leí me dejó impactado, me petrifique, algunos empujones me hicieron tomar conciencia de que interrumpía el avance de los peatones que porfiaban por entrar al metro. Como un sonámbulo me arrime al puesto de revistas donde tomé el Gráfico. Al voceador le pagué los tres pesos y volví a quedar inmóvil, el impacto que producen, en el ánimo, las noticias tristes me dejo patitieso. No se por cuanto tiempo mantuve el periódico frente a mis ojos, o cuanto tiempo permanecí congelado en el espacio. La noticia en primera plana decía: “México está de luto, mataron al último de sus superhéroes, CLAROIS O´BORMAN ha muerto”. La primera página del periódico exhibía la foto de un hombrecito con traje de bailarín. El cuerpo, como era de esperar, estaba destrozado al igual que un amplio sector de la colonia Industrial-Vallejo, y no porque O´borman detuviera algún asalto a sucursal bancaria, sino porque el chofer del microbús donde trató de impedir el robo, perdió el control de la unidad y arremetió contra los autos estacionados en lugar prohibido, para luego terminar su carrera contra un puesto de tacos.El periódico precisó que, según informes del forense, a O´borman, los delincuentes le pegaron 6 tiros y ochenta puñaladas.Según la voz de un testigo, que no quiso se publicara su nombre, Clarois O´borman dio la pelea de su vida al enfrentar a 6 rijosos que pretendían despojarlos de sus pertenencias. 6 tiros contra 6 usuarios del microbús Clarois O´borman detuvo oportunamente con su amplio pechito de hombre musculoso, los tajos y puñaladas fueron llegando a su humanidad durante el desarrollo del combate. A todos los delincuentes se les detuvo con fracturas serías en piernas, brazos y costillas. Los medios aseguraban que O´borman tuvo su victoria pírrica.Ese día no fui al trabajo porque decidí entrar a embriagarme en la primera cantina que me saliera al paso. El Tilingo fue mi cantinero, el buen hombre al contemplar mi tristeza, me sirvió cuantos tragos pude pagar con la tarjeta de crédito, y escucho la historia de cuando conocí a Clarois no se por cuentas horas, historia que solo interrumpí para brindar por el descanso eterno de Clarois O´borman, cuando al fin tuve el valor de decir adiós a mis nuevos amigos, pague la cuenta, el Tilingo, al entregarme el recibo y la tarjeta de crédito, me rogó para que aceptara tomar un taxi, a lo que, sin saber por qué, me negué rotundamente. Salí a rastras de la cantina ha no se que horas de la madrugada y solo Dios sabría decirte el nombre de aquel tugurio. Lo cierto es que caminé sin rumbo, bamboleando y deteniéndome de las paredes, perdido en un laberinto de calles que por ratos se me figuraban cada vez más estrechas y oscuras, no me importó, pues la muerte de mi amigo me tenía desolado; cuando de pronto y sin saber de donde salieron, me rodeo una pandilla, los rijosos se autonombraban los hombres nuevos, sus integrantes de inmediato jugaron a empujarme, las cachetadas y puntapiés no tardaron en llevarme al suelo, donde siguieron golpeándome, los pilluelos querían la billetera; aunque de propia mano ya habían dispuesto de mis pertenencias. Algunos de los hombres nuevos deseaban matarme y saltaban sobre mis coyunturas intentando romper piernas y brazos, y lo hubieron conseguido de no ser porque intempestivamente y frente a la escena del delito, se detuvo un mustang mach one, modelo 71 de color blanco brillante, con franjas rojas en los costados, del cual descendió la inconfundible figura del hombrecito con traje de bailarín, el hombrecito, parándose frente a nosotros, les exigió me soltaran y devolvieran lo que era mío. Esa noche ni los criminales ni yo reímos, al contrario, mientras ellos huían me levante poli contundido me apoyé en los hombros de Clarois O´borman. Y para que todos los criminales temieran lo que sin duda se les venía encima, grité con todas mis fuerzas: ¡Estaban equivocados, Clarois O´borman no ha muerto!INVIERNO DEL 2010
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