La Expulsión Del Paraíso
Por Fabiola Guerra Ugalde
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Vive el instante humano
El estrés hace que las personas marchen sin perdida de momento; el hombre que es rápido como una bala se olvida que se necesita mover cielo, mar y tierra para encontrar el mejor de los paisajes, para pre-visualizar. El hombre de hoy se guía por horizontes pequeñitos: ha perdido el Don de sentir el futuro; pocas veces se encuentra en estado de alerta, vive desconcentrado, distraído, impaciente y su compromiso personal es muy débil. Las consecuencias son relaciones que se pierden, personas que se pierden, trabajos que se pierden. En la “cama y en la intimidad”, nos ofrecemos caprichos para después no ser ni vistos ni conocidos; porque lo que nos importaba no era la persona sino la necesidad inmediata y la respuesta automática: “dejarse arrastrar por un entusiasmo demasiado fácil termina prontamente en enfado”. ¡Cuánto más grandiosa o ilusoria es nuestra expectativa, mayor llega a ser la desilusión! Y, sucede que cuando las oportunidades son de mecha corta antes deprimen que alegran.
Por eso vemos que las cosas hoy son más desechables que nunca: “el divorcio se extiende como una plaga y en el trabajo está de moda: ser el último que llega a la empresa a laborar y el primero que se va –despiden-: “last in”, “first out”. pero, ¿Aún así seguimos incorporándonos a las exigencias de un medio opresivo, oscuro, asfixiante que nos moldea?” El hombre de hoy se encuentra en la mitad de la nada matando el tiempo en un viaje demente sin saber exactamente que busca; y, entre la aceleración y el retraso; entre la timidez y la astucia; reina: la inconstancia que lleva a la imposibilidad de la entrega total ¿Qué cosa le da valor a una persona y la convierte en importante?
Sólo la reflexión despierta
El hombre no ha nacido plenamente y, eso, es precisamente lo que hace traumático el nacimiento. No le ha cerrado bien la fontanela. Nacer a termino y sano implica un trabajo de contemplación; de invocación a lo sobrenatural. Quién mejor que el fotógrafo para saber que los mejores lugares de la vida no van a estar ahí siempre para ti. El mando del albedrío consiste en recargar la atención en los detalles que engrandecen nuestras vidas en mensajes que llegan muchas veces en clave de sol –música-; en vez de amarrarse y atomizarse ante las circunstancias de la vida; siempre en medio de las multitudes y las exigencias del medio donde somos potencialmente descartables.
¿Dónde descansa la esperanza –expectativa-? Aunque parezca cursi todo aquello que llene nuestro recipiente espiritual
Un fotógrafo sabe que aún en el desierto se hacen excelentes fotografías y que la paciencia y el sigilo se necesita para ser un incondicional del paisaje y, para crear ventanas de apreciación. Los fenómenos naturales son recursos misteriosos que se nos presentan en medio del suspenso cuando menos nos lo imaginamos. Pero, cuando están ahí para nosotros es para gustarlos como una cosa preciosa y rara.
En el silencio se dan comunicaciones espirituosas, inesperadas, simpáticas. Ante el paisaje cualquier cosa es nimia. En medio de la relajación nace el emporio vegetal, la jungla: la vista es el planeta. Un fotógrafo tiene mirada de gavilán que abarca de un solo golpe grandes espacios. El mensaje entrañable descansa en el agua del mar; esa que es ideal para el bautismo. Las olas son una danza que no tiene reglas. Me parece que en la belleza de la contemplación de bahías, mares, desiertos, selvas, flora y fauna está la realidad alterna que nos conecta con un rico mundo interior que puede trastornarnos de dicha: “las expectativas descansan en pensar que el futuro sí existe pero hay que dejar la vacilación, la duda”.
La curiosidad es una de las tantas celadas del amor; la mejor de las compañías se ejerce en los momentos de tregua, de campamento, de tiempo compartido y respetado. Los tesoros se descubren a pequeñas dosis. Nos acostumbramos al auto-de-formal-prisión que es la ciudad, el trabajo o la insatisfacción de nuestras relaciones personales. Así, como, en la búsqueda de amores de prisa o consolación que terminan por ser nada, que, olvidamos que el mejor de los mundos es peatonal, rural y orgánico y el fotógrafo sabe que la meta es el viaje no el destino.
GRACIAS por leerme
EL ARTE DE AMAR
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