La noticia corrió con rapidez, provocando a su paso un gran pesar: murió Pedro Armendáriz hijo.
Y a todos nos sobresaltó lo sorpresivo de su deceso y la extraña enfermedad que lo causó: cáncer en un ojo.
En cualquier caso, pocos permanecieron indiferentes ante la noticia: Pedro, Pedrito, reconocido y querido de manera unánime nos dejó el 26 de diciembre, a los 71 años.
En lo personal, quedé pasmada y muy triste pues tuve el privilegio de conocerlo y tratarlo cuando estuvo casado con mi querida amiga Ofelia Medina. Por eso pensé de inmediato en ella, así como en su hijo Nicolás y lamenté el dolor tan profundo que deben de estar sintiendo. Pero lo cierto es que muchos más también estamos apesadumbrados, pues la muerte de Pedro Armendáriz Pardo no sólo representa una gran pérdida para su familia, sino también para muchos otros, quienes admiramos y apreciamos a ese hombre de excepción que dejó honda huella en el cine y la cultura popular de nuestro país.
Tengo muy presente su bonhomía, lucidez, vitalidad y simpatía, de las que, por cierto, disfruté en fecha reciente junto a mi compañero Alejandro cuando tuvimos como invitado a Pedro en nuestro programa de televisión El sabor del saber. Ahí quedó testimonio de su ingenio y su inteligencia, que hicieron muy placentera nuestra charla, a través de la cual, por cierto, pudimos enterarnos de su amor por la gastronomía.
Pedro Armendáriz Pardo se desempeñaba de manera brillante lo mismo en el drama que en la comedia, gracias a lo cual iluminó tanto los escenarios teatrales como los estudios de cine y televisión, dentro y fuera de nuestras fronteras. Participó en casi 150 películas nacionales y extranjeras, así como en docenas de telenovelas y obras de teatro.
Cuando desaparece terrenalmente un hombre talentoso, que tanto ha aportado a su comunidad, nos invade la tristeza y una sensación de absurdo e injusticia.
Pero la vida es así, como dictan mis enseñanzas budistas, que con esperanza siempre miran a la muerte como un renacimiento.
Y eso es en lo que pienso ahora, aunque en una doble vertiente. Por una parte, tengo la certeza de que Pedro está y estará bien dondequiera que se encuentre. Por otro lado, creo en un renacimiento del célebre actor como tal, a través de sus películas y grabaciones diversas, que nos seguirán deleitando a las actuales generaciones y seguramente también a las venideras.
Quedan, pues, sus testimonios, tal como lo dice la Biblia: por sus obras los conoceréis, y en este caso son inequívocos los frutos de su trabajo, dada la excelencia que alcanzó en cada una de sus actuaciones en la extensa diversidad de personajes que representó. A eso se suma su condición de buen padre, buen hijo, buen amigo y buen ser humano, de aquí a la eternidad y de ida y vuelta.
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Comentarios
Que hermosas palabras, gracias por compartirlas, los grandes hombres nunca mueren.