¿En qué estábamos los mexicanos cuando el poder político del Estado fue sometido a esta velada dictadura? El letargo profundo inducido por el nuevo opio del pueblo -la televisión- cegó la conciencia colectiva y ni siquiera ahora nos damos cuenta de que, lejos de la independencia que tanto celebramos, estamos bajo el yugo de una nueva forma de colonialismo mucho más peligroso.En algún momento en el transcurso de los últimos 10 años, los dueños de los principales medios de comunicación masiva dieron un golpe de Estado y tomaron el poder de una forma tan sutil que ni siquiera hoy está sujeto a debate. Vivimos bajo una dictadura que no ejerce su poder mediante la fuerza, sino mediante la propaganda. Y es que, como lo contempló el filósofo francés Foucault, las formas de poder disimulado establecen su autoridad mediante la imposición de un sistema de creencias en el que las ideas cristalizan como correctas o incorrectas, como normales o desviadas.Los medios de comunicación masiva utilizan la propaganda para imponer verdades irrefutables y conquistar mentes y espíritus. A través de la ventana al mundo que originalmente el Estado mexicano les concesionó, los dueños de las televisoras sólo dejan pasar visiones de la realidad que manipulan conforme a sus intereses, cuya verdad sólo es cuestionada por los herejes de nuestros tiempos, que conforme al nuevo sistema de creencias merecen ser quemados en la hoguera de la moderna inquisición.Las televisoras manipulan la visión de la realidad, a veces de manera grotesca y casi siempre de forma subliminal. Esta habilidad les confiere el poder de coacción, basado en la capacidad de otorgar recompensas o de retirarlas, en la facultad de premiar, pero principalmente en el poder de intimidar. Así han conseguido someter a los representantes de los poderes políticos y a quienes aspiran a serlo, a medios de comunicación, a instituciones académicas, a formadores de opinión y a muchos otros líderes sociales.Han vulnerado nuestra incipiente democracia, que, como en una telenovela, es apenas la fachada atrás de la que se oculta un esquema de subastas, mediante el cual, a cambio de la promesa de utilizar a su favor la capacidad mediática que concentran o de evitar represalias, los poderes políticos se pelean por ofrecer a las televisoras la mayor cantidad de privilegios. Así, en la medida en que son capaces de cambiar las creencias de la sociedad a través de la propaganda, las televisoras nos tienen a todos a su merced.Pero si los poderes políticos surgidos de procesos electorales han dejado de responder exclusivamente al pueblo y se han sometido a un suprapoder autoimpuesto a través de medidas coercitivas, los fundamentos de organización y de gobierno consignados en la Constitución Política mexicana se han quebrantado. En la vida real -no en la que nos quieren hacen creer que vivimos-, hemos dejado atrás la forma de gobierno republicana, representativa y democrática, libre y soberana, para pasar a ser súbditos de una nueva forma de dictadura, la de las televisoras.Lejos, muy lejos, quedan las preocupaciones relacionadas con la competencia económica. Éste no es un tema sectorial, es un problema de Estado.En el marco de la legitimidad, los poderes políticos que juraron "cumplir y hacer cumplir la Constitución" están obligados a someter y castigar a las estructuras mediáticas, que distan de cumplir con la obligación de garantizar los principios de libertad, imparcialidad, objetividad e independencia -convertidos en mitos mediáticos-, y que nada tienen que ver con los intereses y necesidades de la sociedad, a pesar de que se esfuercen por hacernos creer lo contrario. Pero los costos asociados con imponer el Estado de derecho son elevados y la naturaleza política de quienes ostentan el poder les impide sacrificarlo.Ésta es una crisis que destruye los cimientos del Estado, hiere los fundamentos de nuestra democracia y afecta groseramente la soberanía; soberanía que, conforme a la Constitución, el pueblo ejerce por conducto de los Poderes de la Unión, que hoy por hoy, con honrosas excepciones, se encuentran sometidos al poder y los intereses de quienes cuentan con la capacidad de controlar la opinión y la mente de la mayoría de los mexicanos.Es ahora o no será nunca, elevemos un grito por nuestra independencia, por la defensa de la soberanía del Estado: hagamos pública nuestra denuncia para liberarnos de quienes acaparan los medios de comunicación con la sociedad. Si no, que la nación nos los demande.
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Lamentablemente tienes razón hemos ciado en ser una sociedad educada a ser pasiva a ya no levantar la voz a no querer corregir ni "perder el tiempo en enseñar al que no sabe". En dejar que el duópolio televisivo decida y piense por una gran mayoría. Fantástico que levantes la voz y mejor que se encuentre eco con los lectores.
Afectuosos saludos; Concuerdo con Lucero, tenemos el poder de apagar el televisor y la fafultad de pensar, pensemos en la situacion que vivimos hoy y busquemos soluciones para hoy y para nuestro futuro.
Gracias Purificacion por tus sabios comentarios
De acuerdisimo, la tele lava nuestros cerebros si lo permitimos, ya hasta nos imponen al candidato ideal con prometide de telenovela y todo, es absurdo que no razonemos y nos dejemos llevar por la imagen y la propaganda masiva, indiscriminada y casi criminal de las televisoras, este país no va a resolver sus broncas con un hombre bien parecido pero hueco como su dirigente, ni con programas de cuarta que son una mentada para la inteligencia de quienes los observan. Porque dejar entrar a mi casa, desde el televisor, tanta basura visual, auditiva, subliminal??? Yo me doy el lujo de decir NO y apagarla, cambiarle, poner algo digno, dudar de lo que me dicen, porque me lo cuentan como quieren y cuando quieren. esto es facismo de estado, y lo peor es que la mayoria no se da cuenta. Gracias por tu valiente y oportuna reflexión, ya decia yo que no estaba loca, abrazos¡¡¡
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Gracias Purificacion por tus sabios comentarios