LA DESLUMBRANTE LEONORA

Una vida intensa, plena, creativa, única, fue la de Leonora Carrington, quien dejó este mundo el 25 de mayo pasado, a los 94 años. Aunque nació en Inglaterra y vivió en varios países europeos durante su juventud, en realidad Leonora fue nuestra más que de cualquier otra nación.Llegó a México en 1942, a los 25 años, y fue aquí donde produjo la mayor parte de su obra. Antes había residido en París, donde se involucró en el movimiento surrealista con Salvador Dalí, André Breton y Max Ernst, con quien tuvo una intensa relación amorosa. Debido a la persecución fascista tuvo que emigrar a España y después a Estados Unidos, desde donde viajó a México.Las aportaciones de Leonora Carrington a la cultura de México son invaluables. Tanto, que pertenecen a la vez al arte universal.Su pintura, de corte surrealista, donde se amalgaman los sueños con pedazos de realidad, es hermosa e inconfundible por su armonía, composición y desbordante imaginación, siempre en los linderos del misterio y sus enigmas. De hecho, en los últimos años se consideró que era la última artista surrealista viva.Como les comento antes, Leonora llegó a México proveniente de España, vía Nueva York, tras una serie de vicisitudes que le dieron un toque novelesco a su propia existencia y que, por cierto, Elena Poniatowska relata magistralmente en su libro más reciente, llamado simplemente Leonora. Una lectura más que obligada y muy disfrutable.Por cierto, la gran Leonora también se expresó a través de la escritura y lo hizo con excelencia, aun cuando no se le ha valorado debidamente en esa actividad.Por eso, pensando en ella y a manera de un homenaje póstumo, reproduzco en este espacio el fragmento de un cuento de su autoría, inscrito también dentro del género surrealista, que aparece en el libro Dentro y fuera del ruedo, que publiqué en coautoría con José Iturriaga y Alejandro Ordorica. Una bella edición a todo color que recoge 47 crónicas de visitantes del extranjero (como lo fue Leonora en un principio al tocar suelo mexicano) de los siglos XVI al XX y su visión sobre la fiesta brava, obra que hace pocas semanas empezó a circular en librerías.Leonora Carrington, mujer genial, forma parte ya nuestra historia, arte y cultura, para orgullo de todas y todos los mexicanos. Ahora más que nunca considero un gran privilegio haberla conocido. Mi último recuerdo de ella proviene de una plática que sostuvimos en una reciente reunión social en casa de la familia Burillo, donde comprobé una vez más su lucidez y luminosidad humanas.¡Siempre te recordaré con aprecio y admiración, querida y luminosa Leonora!Pongo, entonces, al alcance de mis lectores, un fragmento el relato llamado “De cómo funde una industria o el sarcófago de hule”, de la inspiración de una pintora que también escribió con el sello propio del talento. En Dentro y fuera del ruedo este texto aparece acompañado por una hermosa pintura de la propia Leonora, de tema taurino, cuyo título es Toro bravo.Con pena escogí el lugar para el picnic. La ocasión era para mí solemne a causa de la distinción de mis invitados, el conocido noble de la altísima sociedad mexicana, Lord Popocatépetl y su más íntimo amigo, el Vizconde Distrito Federal. Pensé profundamente en el lugar más aristocrático para gozar de la compañía de estos caballeros y dada la vulgaridad de los restaurantes a cuyas costosas comidas cualquiera puede asistir pagando, y la incomodidad del campo con su carácter abierto y proletario, decidí por fin invitarlos a un antiguo y hermoso cementerio cerca de las ruinas de la Torre Latino AmericanaYa bien establecida la monarquía en México, el Rey Chapultepec von Smith II (hijo de Atzapotzalco Guggenheim) pasó a la ley de prohibición definitiva de todo artículo parlante de naturaleza no animal (incluyendo radio, teléfono, televisión, walkie talkie, micrófonos, etc., etc.). Nuestra civilización ha avanzado rápidamente hacia una edad de oro cuyos agradables silencios hacen de cada calle un jardín, de cada casa un centro de pensamientos pacíficos, si no intelectuales.El picnic en el centro de la metrópoli ya es una costumbre de la gente más distinguida de la sociedad. Juegos como ajedrez, víboras y escaleras, ludo, son los pacíficos deportes nacionales. Dicen que en tiempos pasados hubo muchedumbre que, por gusto, mató toros. No se sabe ya exactamente cómo pusieron fin a la vida de estos hermosos animales, pero se supone que usaron choques eléctricos o tiros de armas de fuego, artefactos en uso común en aquellos tiempos oscuros y salvajes.Desde el edicto del Rey Negro del norte, Nueva York I, la Ley de Deselectrificación de las Américas pone en duda la manipulación exacta de estas poderosas fuerzas que hoy usamos solamente en nuestros rituales…e mail: enlachapa@prodigy.net.mxwww.marthachapaa.net.mx
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