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“Nací a la orilla del mar”, escribió la bailarina innovadora Isadora Duncan en su autobiografía, y “mi primera idea del movimiento y de la danza me han venido seguramente del ritmo de las olas”. (1977/1985, p. 26).

Estas son las palabras de la bailarina revolucionaria Isadora Duncan, pionera de la danza moderna, mujer atrevida y visionaria, que desafió la danza tradicional y abrió nuevas posibilidades expresivas y creativas, de libertad en el movimiento corporal para las mujeres desde entonces.

La esencia de la danza es el movimiento: un movimiento que crea una plástica bajo
el sustento del ritmo y la armonía y cuyo instrumento es el cuerpo. En la danza
y el arte dramático, la artista, su herramienta y su obra se funden en una sola
cosa material: el cuerpo femenino, el cuerpo humano.

En la danza, el movimiento, la postura, los gestos, el espacio y el tiempo se funden en una dinámica que consiste en un despliegue organizado de energía en donde interactúan creativamente las fuerzas implicadas. Lo contrario a esta animación de recursos sería el estado rígido, repetitivo. La danza es siempre una metáfora de la vida, de la búsqueda creativa, de la renovación, del espíritu de juego. Ella nos devuelve  la relación amistosa que manteníamos con nuestro cuerpo en la infancia. Y podríamos agregar que la danza nos devuelve la relación placentera que se establece con nuestro cuerpo y sus movimientos para expresar algo.

La danza también se expresa en el ámbito visual, en la pintura como un elemento del movimiento: este sábado 6 de abril se inaugura la exposición "La danza como expresión visual" en la Galería D´Audiffred en la Ciudad de Oaxaca, en la que participo con el cuadro Baile Marino, que aquí presento, como un elogio visual a la expresión infinita del movimiento del cuerpo femenino.