Sentir culpa no se considera un afección por parte de la Organización Mundial de la Salud (OMS), sino un síntoma de otras patologías como depresión, ansiedad o una crónica condición de estrés. Y aun así, es un sentimiento con el que una gran parte de las mujeres vive, en la mayoría de las ocasiones, sin ningún tipo de apoyo o asesoría.
Mónica Flores, presidenta de Manpower Group para América Latina, tiene una trayectoria de más de 25 años, en los que ha ocupado posiciones como directora comercial, directora de país y ahora como presidenta regional. En ese tiempo, también se convirtió en madre, hecho que representó un reto para que pudiera “gestionar la culpa”.
Flores señala que, cuando eres mamá y tienes una carrera profesional, la culpa nunca se va, sólo se aprende a vivir con ella para que no afecte mucho ninguna de las dos facetas.
“Sentí culpa porque llegó un momento en que pensé que no cumplía el papel que la sociedad me asignó como mujer. Y no estoy sola, dentro de Manpower Group hemos hecho varias encuestas sobre maternidad y al menos 61% se sintió culpable por regresar a trabajar, y el otro porque se quedó en casa a cuidar a sus hijos”, dice en entrevista con Expansión Mujeres.
La directiva explica que hay episodios que detonan más el sentimiento de culpa, como cuando su hija le preguntaba por qué no iba a recogerla a la escuela “como las otras mamás”. Y esos momentos, afirma, no se olvidan pues en su caso tiene un presente el momento en que su hija caminó por primera vez estaba tomando una junta en su oficina.
Karina Santana, directora de Ventas de una empresa de uniformes, afirma que antes de ser madre nunca sintió culpa de las decisiones que tomó respecto a su formación profesional y desarrollo personal, por el contrario, se sentía orgullosa de su ambición y perseverancia. No obstante, como madre al inicio sintió culpa por no haber dedicado tiempo suficiente a sus hijos.
“Cuando los niños me empezaron a cuestionar por qué eran los últimos en irse de la escuela sí me sentí muy culpable, porque con todo y que les pagábamos una estancia adicional al horario de clases, llegaba casi de noche por ellos”, cuenta.
Margarita Robles, directora de Nasci Comunicación, comparte que comenzó a sentir culpa sólo a partir de que se convirtió en mamá, más cuando vio que una amiga suya (que fue mamá en el mismo periodo) decidió dejar de trabajar para dedicarse a la crianza.
“Hasta me cuestioné si era justo que adoptara a mi hija si no iba a dejar de trabajar, porque eso nunca pasó por mi cabeza”, recuerda luego de que otras mujeres, sin intención, la hicieran sentir mal por cuestionar sus decisiones de trabajo o de vida.
Santana, por su parte, atribuye que este sentimiento existe porque éste siempre ha sido inculcado como parte de la idiosincrasia mexicana, sobre todo porque antes no era común que las mujeres trabajaran o que hicieran posgrados. Incluso al día de hoy, afirma, las empresas siguen cuestionando a las mujeres cómo van a arreglar su vida personal para poder cumplir con un incremento de responsabilidades laborales.
Vivir sin culpa es posible
Mónica Flores encontró una solución para que la culpa no le afectara y fue escuchar a su principal mentora.
“Ella era una mujer muy fuerte y muy inteligente. Cuando vio que quería llorar porque no vi a mi hija gatear por primera vez, me dijo que ese episodio no era el parteaguas de la vida de mi hija y ahí aprendí a darle dimensión a lo que me podía perder, pero también a lo que por ello podía darle a ella. Toda mi vida he trabajo y ahora ella que ya es grande está bien y es feliz, amada y muy preparada”, afirma.
La directiva destaca la importancia de construir un sistema de apoyo, con la pareja si hay, pero también con familiares, amigos o buscando acuerdos en el trabajo “porque no se puede con todo y está bien”.
Para Robles la diferencia fue haber contando con marcos de referencia trascendentes en su vida: primero su mamá, quien trabajó desde los 15 años, se casó a los 30 (cuando en décadas anteriores era considerada una edad tardía para mujeres), mantuvo a su abuela, y le dio una educación “liberal”. Y después la lectura de Eric Tian en su libro 'The Good Enough Parent', que habla sobre cómo las mujeres deben fijar sus propias expectativas con sus propios estándares, no con base en la perfección que se espera de ellas en todas las facetas de su vida.
En el caso de Karina Santana, fue de ayuda mantenerse cerca de las mujeres en su círculo laboral, para discutir sobre la experiencia de cada una sobre la culpa.
“Me ha ayudado a hablar con mujeres que pueden pasar por lo mismo que yo, porque me siento identificada y escuchada, no juzgada por mis decisiones. Me ayuda a entender que lo que me pasa es común, que son errores del sistema patriarcal y no de una sola persona”, afirma.
Por último, comparte que ha sido útil para ella hacer un balance sobre lo que pierde o gana con las decisiones que toma: qué no ve con sus hijos, pero qué puede brindarles gracias a su trabajo.
Más allá de lo económico, Santana rescata que esos balances buscar tranquilizarla a ella y al mismo tiempo darles herramientas a sus hijas para que tomen decisiones con la misma libertad que ella ha tenido hasta ahora.
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