Me gusta viajar en el metro en la Ciudad de México. Sí, posiblemente sea una de muy pocas personas a las que les gusta subirse a este transporte público famoso por la cantidad de gente que lo utiliza, más en horas “pico”.
¿Por qué lo disfruto? Porque me ha permitido observar la realidad de mi país, y en específico, conocer a una de las mujeres que más admiro. Ella es Noemí.
Una mañana tomé el metro en una estación del sur de la ciudad. Llamó mi atención una pareja que bajaba las escaleras eléctricas haciendo uso de un bastón. Se trataba de un hombre y una mujer, dos amigos con discapacidad visual que se acompañaban ese día para tomar el transporte. Atrajeron mi atención porque ella iba conversando con un tono de voz alto, se escuchaba particularmente alegre entre el cúmulo de personas que transitaban bajo la ciudad.
Ambos subieron al mismo vagón que yo. Tres estaciones más adelante bajé y ellos también. Su paso era rápido, guiados por las baldosas podotáctiles (relieve en el piso que indica el camino) y el uso de su bastón. Sin embargo, su camino se detuvo cuando tuvieron que transbordar a otra línea del metro.
Los vi dudar hacia dónde caminar. Entonces me di cuenta de la dificultad para identificar el camino correcto para una persona con discapacidad visual, ya que la señalética del metro en esa estación se presenta sólo de forma visual. No había cerca indicaciones en sistema Braille y las baldosas podotáctiles sólo llevaban a la salida.
Me acerqué para preguntarles si necesitaban ayuda. Me indicaron que debían transbordar a la misma ruta que yo me dirigía. Curiosamente, los tres bajaríamos en la misma estación, por lo que les ofrecí mi apoyo hasta salir del metro.
Al sentir el calor de la ciudad terminando las escaleras de la salida, ella me contó que era maestra de Braille, algo que yo tenía interés de aprender. Compartimos nuestro teléfono, ella sólo escuchó el mío, y nos despedimos.
Pasaron cerca de 15 días. Luego de intentos fallidos de llamadas al teléfono que me dio, sonó el mío. Era ella, Noemí, quien con sólo escuchar una vez mi número telefónico se lo aprendió y me marcó.
Desde ese día, se convirtió en mi maestra de Braille, amiga, confidente.
Le admiro su inteligencia, la forma positiva con que ve la vida, su energía, su capacidad para aprender y su alegría. Además de ser maestra del sistema de lectoescritura y adaptar material educativo para personas con discapacidad visual, sabe utilizar perfectamente la computadora, enviar correos electrónicos y hacer documentos digitales. Finalizó una licenciatura cuando ya había perdido gran parte de su visión, es mamá, cocina y tiene un corazón gigante para ayudar a las personas.
Por eso me gusta viajar en el metro de la Ciudad de México. Porque te puedes encontrar a personas como Noemí que hacen tu vida más bonita.
Esta entrada fue publicada originalmente en el blog de Dalia Empower
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Acerca de la autora
Karina Bárcena Anguiano
Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Se ha desempeñado como Project Manager en agencias digitales en México, coordinando proyectos de desarrollo de software, así como estrategias de marketing digital para empresas a nivel nacional e internacional. Ha sido reportera y fotógrafa en medios de comunicación. Instructora del sistema de lectoescritura Braille, aprendiz de Lengua de Señas Mexicana. Es asociada activa de la asociación civil Libre Acceso A.C. con el propósito de lograr la plena inclusión de las personas con discapacidad.
Síguela en: Facebook, LinkedIn y Twitter: @KarinaBarcena
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