Había una vez un pequeño bebé, quizás de un año y medio de edad, se encontraba por alguna razón extraña solito en un cunero, en alguno de tantos hospitales de nuestra Ciudad, rodeado de enfermeras, medicamentos, inyecciones, suero, y con otros cuantos compañeros que le hacían menos dolorosa su presencia en aquél cuarto de hospital.
Las enfermeras con su gran entrega no sabían porqué no podía dejar de llorar, por más que lo intentaban consolar, abrazar, cargar, mimar y alimentar no había forma de lograr que tuviera un minuto en calma…. Querían mitigar su dolor, su tristeza, su pesar, no podían, algo le faltaba, necesitaba mucho de alguien a quien buscaba con la mirada y no encontraba, alguien que no era ninguna de las enfermeras….
Buscaba a ésa persona que frecuentemente estaba con él, quién le enseñaba el mundo, quién estuvo con él desde que nació, sí su madre, quién le dio la vida, quién lo trajo al mundo para “hacerlo felíz”, pero no, no estaba, no aparecía por ningún lado, por más que gritaba para que llegara no venía, parecía que no lo escuchaba y que tal vez nunca regresaría. Esa madre que a “sus hermosos ojos” lo habían querido tanto, que le demostraban su amor de forma tan especial
Por qué si el lindo bebé la buscaba y añoraba tanto no podía estar con él? ¿En donde estaba? ¿Qué habría más importante para una madre ó un padre que estar con su bebé tan lastimado?
Sí, sus Padres habían sido detenidos por las autoridades por violencia familiar, una vecina los denunció, entre otros cargos en su contra estaba el de causar quemaduras a ése indefenso bebé con un cigarro en varias partes de su cuerpo, quemaduras a las que él estaba acostumbrado, quemaduras que en su pequeño universo, eran la forma de sentirse amado por sus padres, no conocía otra forma de recibir amor, para él cada vez que sentía una quemadura a pesar de lo amargo y del dolor tan terrible en su inocente e ingenuo lenguaje, ése era el amor.
Cuanto daño, qué lastimado, que triste inicio de vida, con ésas heridas con las que crecerá tal vez marcado para siempre. Y, tal vez sus padres, también así crecieron, no saben no conocen otra forma de “expresarse”, no conocen otra forma de dar “amor”.
Pero, no importa y no se justifica, esto es violencia con todas las agravantes, deja huellas eternas, que aparentemente las recibe quien las sufre con el pretexto de que es “por amor”. Los padres son la primera y principal referencia para un hijo, y un hijo es el regalo más grande y maravilloso que un padre puede haber recibido. Los padres son quienes invitan al mundo a su hijo, Son quienes le enseñarán qué esperar de la vida y del universo.
Si bien es cierto la historia que te conté es de un bebé, tremendamente dolorosa, pero…En qué momento quien ejerce violencia arrasa con la autoestima de quién la sufre a tal grado de no solo no poder darse cuenta, sino que ya es incluso parte de la vida, parte de la relación y eso hace que sea sumamente difícil salir de ella?¿En cuantos bebés se convierte una persona no importa la edad que tenga al sufrir violencia de cualquier naturaleza?
Si tu ó tus hijos la están sufriendo, protégelos y protégete, por muy débil que estés ¡Sé que tienes una enorme fuerza interior! Nunca permitas que nadie y bajo ningún concepto lo haga. Es un derecho humano la dignidad, el respeto y además como ya lo he comentado la violencia familiar es un delito sancionado por nuestras leyes.
Y recuerda como siempre que ¡NO ESTAS SOLA!
Lic. Claudia Torres G.
Autora del libro “¡POR FAVOR NO LO HAGA!”
abogadaclaudiatorres@hotmail.com
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