LA ANSIEDAD “BUENA” Y LA ANSIEDAD “MALA”

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A la palabra ansiedad generalmente le otorgamos una connotación negativa. Cometemos un error. La ansiedad es una sensación normal que se caracteriza por la inquietud, la inseguridad y la excesiva preocupación a situaciones profundas.

Con frecuencia, los términos ansiedad y angustia se utilizan de manera indistinta, aunque en la angustia prevalecen más las manifestaciones físicas, tales como la opresión en el pecho, molestias digestivas, sensación de falta de aire, sudores, temblores, taquicardia y sensación de inestabilidad. La ansiedad se relaciona con sentimientos más internos.

La ansiedad no es algo malo en sí misma, nos sirve como autoprotección y sólo se vuelve un problema cuando comienza a obstaculizar el buen desarrollo de la vida cotidiana.

Desde el nacimiento, el ser humano se enfrenta con un mundo desconocido, es un ser vulnerable que requiere de cuidados físicos y emocionales para seguir viviendo.

Nuestros antepasados tuvieron ansiedad, la cual les permitió luchar o huir ante los peligros; es la respuesta del cuerpo cuando percibe una amenaza a la que debe hacer frente.

El hecho de existir induce a toda persona a una constante tensión para buscar un equilibrio entre lo desconocido y la actitud necesaria para enfrentarlo.

Esto recibe el nombre de ansiedad, y es imprescindible en nuestra vida, ya que estamos tomando decisiones permanentemente.

Muchas personas cometen el error de querer vivir sin ansiedad. Esto es algo sencillamente imposible. Tanto el estrés como la ansiedad son respuestas adaptativas que nos permiten hacer frente a situaciones complicadas en un momento dado.

Por lo tanto, la ansiedad buena es una señal de alerta de baja intensidad, poco prolongada que sirve que enfrentar un eventual riesgo y permite evitarlo o superarlo.

Pero también la ansiedad puede ser mala o patológica, cuando es intensa, exagerada, y disminuye el rendimiento. Interfiere con el funcionamiento cotidiano, se acompaña de una sensación desagradable y paraliza. Tiene síntomas físicos y persiste más allá de los motivos que la han desencadenado. Aparece ante eventos insignificantes y se transforma, por su fuerza, en miedo, fobia o pánico.

¿Vives tensa, contracturada, preocupada, intranquila, con temor, durmiendo mal y con molestias digestivas? No sabes que te sucede, tu vida es buena, pero no puedes disfrutarla del todo.

Si notas que en tu día a día te encuentras irritable, te cuesta trabajo tomar decisiones, te sientes agobiada, o no logras mantener adecuadas relaciones interpersonales, podemos pensar que la ansiedad está fuera de control, dejó de funcionar como ayuda para convertirse en un obstáculo.

No dejes que pase más tiempo. Una emoción sana para salir de situaciones peligrosas puede activarse ante peligros que no existen y convertirse en algo patológico. Trata de reducirla con ejercicio físico, relajación, cambio de actividades, reconoce tus límites, no busques imposibles; y sino no lo logras, busca ayuda profesional.

Recuerda, la ansiedad es una emoción que debe ayudarte en tu vida, y nunca ser un obstáculo que te impida gozar de ella.

Lucía Legorreta de Cervantes Presidenta Nacional de CEFIM, Centro de Estudios y Formación Integral de la Mujer. cervantes.lucia@gmail.com www.lucialegorreta.com. Facebook: Lucia Legorreta

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