Había una vez un matrimonio joven. El 38 años, su mujer de 36 y un pequeño de 6 años. Vivía también en la casa una anciana de 80 años, madre del padre de familia.
Todo transcurría con normalidad salvo a la hora de la comida y cena, en donde la anciana sin querer tropezaba las cosas, tirando a veces los vasos y la comida o ensuciando el mantel.
Después de un tiempo, ella le pidió a su marido que comprara una mesa para poner a su madre separada de donde ellos comían. Y así fue.
A partir del siguiente día la “abuela” empezó a comer sola sin molestarlos a ellos.
Pasó algún tiempo, hasta que un día el hijo de la anciana se preparaba para comer cuando notó que su propio hijo tenía en el suelo del comedor un par de maderas, clavos sueltos y martillo.
Se acercó a él y le preguntó:
“¿qué es lo que estás haciendo con esas cosas, hijo?”.
Y el niño le respondió:
""“estoy haciendo una mesa para cuando tú y mamá sean grandes como la abuela”"".
Comentarios
Es una lección de vida, que así como tratamos a los demás así es como nos tratarán. Los niños solo hacen lo que ven, motivo por el cual debemos pensar qué es lo adecuado qué les enseñemos. Cuando nos toca a nosotros sentir, es cuando protestamos...
Deben saber que los padres, así como todos los ancianos merecen amor, respeto, comprensión, atención, es lo mínimo que podemos ofrecerles como familia.