Si formarse como líder es un trabajo arduo (incluso para quienes nacieron con cualidades de líder) porque se debe aprender sobre el establecimiento de relaciones interpersonales sanas, sobre comunicación persuasiva, acerca de la negociación, y también a hablar en público…, pensar además en ser líder-coach, es un doble reto.
Si te desarrollas profesionalmente en una empresa, probablemente tengas claridad en cuanto a los beneficios de ser líder-coach, pero si eres líder de tu familia, ¿por qué, además, deberías ser coach?
El coaching pone a tu disposición una serie de herramientas para acompañar a tus seres queridos y, aunque formalmente no funjas como coach (para no ser juez y parte), sí te abre caminos para tratar algunas situaciones problemáticas que a veces sólo sabemos enfrentar a gritos, regaños, castigos, amenazas y hasta con la ley del hielo.
Dado que la herramienta principal del coaching es el cuestionamiento, el ser capaz de diseñar preguntas asertivas puede constituir la diferencia en el acompañamiento a los hijos, incluso, a la pareja.
Hace algún tiempo escuchaba a una maestra (madre soltera) compartir su experiencia de acompañamiento, que marcó la diferencia en la educación de sus hijos. Ella, estando inmersa en el ámbito educativo, ya contaba con conocimientos pedagógicos y didácticos, pero en casa, las cosas eran diferentes.
Platicaba que su madre había fallecido dos años atrás y que justamente en ese momento le habían ofrecido trabajo en otra ciudad. Tomó sus cosas y partió con sus dos hijos a vivir esa nueva experiencia. No pasó mucho tiempo antes de que el mayor de sus hijos empezará a bajar su rendimiento académico: reprobaba exámenes, no presentaba todas las tareas…en fin, ya no era el estudiante que solía ser. La reacción de ella fue castigarlo, quitarle el celular y amenazarlo con restringirle todos sus privilegios si no mejoraba. Era el mayor y debía responsabilizarse de sus resultados.
Al comentar el caso con una compañera de trabajo, le recomendó establecer contacto con un coach, quien, en la primera intervención, le preguntó si ya había hablado con su hijo para conocer la razón de su cambio. Hubo un largo silencio. Ella había omitido el diálogo.
Al acercarse a su hijo supo que él no la estaba pasando muy bien. Su amada abuela había muerto y, sin tener tiempo de vivir ese duelo, sufrió otra pérdida: dejar su escuela de tantos años y junto con ello, a sus compañeros; además de perder a sus amigos de la colonia en donde habían vivido 10 años. Esta angustia no le permitía responder en los estudios.
No cabía duda de que ella era una gran líder, valiente y decidida a dar un buen futuro a sus hijos, pero no había desarrollado estrategias de diálogo y acompañamiento. Necesitaba entrenarse como buena escucha y utilizar la empatía en la relación con sus hijos.
Se dio a la tarea de poner atención a las causas y no sólo a las consecuencias. Diseñó un plan para que el nuevo proyecto de vida fuera un éxito; propuso a sus hijos la realización de actividades para consolidar sus lazos afectivos, priorizó el diálogo antes que el castigo. Se formó como líder-coach.
Cuando un líder confía en él y en su equipo, cuando tiene una visión hacia el futuro y optimismo al tomar decisiones, cuando guía pero, al mismo tiempo, fomenta la autonomía en sus seguidores, no sólo es un líder, es un líder coach.
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