Ser inclusivo es algo que se ha puesto de moda, más allá de constituir una actitud auténtica. Hay situaciones en las que ser inclusivo es muestra de apertura, de un amplio criterio y de una intención real de no hacer distinciones. Es así, que se habla de inclusión educativa, laboral, social, entre muchas de sus expresiones; sin embargo, en la vida no todo es inclusivo. La investigación, por ejemplo, establece criterios de exclusión para acotarla; los productos artesanales también son exclusivos porque no se fabrican en serie, “el empleado del mes” es un reconocimiento que algunas empresas otorgan a los colaboradores que cumplen con los criterios establecidos para hacerse acreedores a esta distinción, los diplomas escolares sólo se entregan a los alumnos de mayor rendimiento académico.
La inclusividad es derecho del ser humano para tener acceso a las oportunidades de una vida digna, de trabajo, de educación… pero es complejo que se traduzca en una realidad; como en todas las historias, siempre hay dos versiones. Pensemos en un ejemplo cotidiano: has organizado los Quince Años de tu hija y tienes una lista de invitados. El día del festejo llegan diez personas sin invitación que te piden ser incluidos para cenar, bailar y divertirse. ¿Los incluirías?
Das clase en una escuela y aplicas un examen. ¿Le dirías a tus alumnos que todos tendrán un diez, independientemente de lo que respondan? Otro ejemplo podrían ser los procesos de reclutamiento y selección porque implican el diseño de perfiles de puesto y sólo los candidatos que se apeguen a éste, tendrán la oportunidad de ser contratados.
No todo en la vida es inclusivo. Los profesores se han visto ante un dilema cuando llegan chicos con capacidades especiales a las aulas. Por supuesto que estos pequeños tienen derecho a la educación, pero los docentes no están equipados con estrategias inclusivas, entonces optan por diseñar actividades diferentes para estos alumnos, normalmente se les ve poco integrados al grupo y sus compañeros tampoco tienen herramientas para incluirlos, por lo que, lejos de incluirlos, se les excluye más.
La inclusión implica estar preparados para ello. Si como empresario decides aceptar personas de diversos orígenes y rasgos culturales, deberás conocer todas esas diferencias e implementar dinámicas inclusivas para que todos interioricen la cultura organizacional que se pretende.
Si un país abre sus fronteras para dar mejores oportunidades de vida a los migrantes, debe prepararse con programas de integración, de creación de empleos, de oportunidades educativas, entre otros, o terminarán sintiéndose señalados y pidiendo dinero en un semáforo.
Ahora que estamos en días de juegos olímpicos, Japón tuvo que prepararse para recibir a las delegaciones de cada país y contar con todos los materiales requeridos para facilitar su participación. Nuestro país ha tenido un papel destacado en los juegos paralímpicos, lo que representa un ejemplo de inclusión planeada.
Luego entonces, si decidimos ser inclusivos hay que documentarse, conocer los tipos de inclusión y tomar las medidas no sólo para recibir, sino para verdaderamente integrar a todos los miembros de la sociedad en los diversos ámbitos de la vida.
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